Hagamos las paces Para reducir los miedos

“Yo no voy a poder cantar – dijo la señora Nelly, de Cagua – me da mucho miedo”. La entiendo, cantar en el Aula Magna de la UCAB para cerrar  el VI Encuentro de Constructores de Paz puede dar miedo. Se trataba de cantarle a la Cruz de Mayo, pero ella nunca  se había “presentado” en público. ¿Qué le ayudó a reducir su miedo? Pues que todas las Madres Promotoras de Paz estaban igual y ya se sabe: Miedo compartido toca menos por cabeza. Así que todas cantaron y muy bien.

Principio básico para enfrentar la violencia y promover la convivencia pacífica: Aislado no se sale de ningún tipo de violencia, ni de la persona, ni de la familiar, ni de las escolar, ni de la social. Por eso la “r” de reunión de la educación para la paz. Ya en otra columna tratamos el punto del sentido del humor y de saber a dónde se llega después de nadar, elementos que José Antonio Marina (Anatomía del miedo) propone para reducir el miedo, pero en esta oportunidad quiero subrayar la importancia de compartirlo. No tengo duda, no es lo mismo ir a caminar al parque La Llovizna sola que con algún acompañante, incluso no es  lo mismo cantar sola que con 20 amigas, aunque este miedo no provenga de la violencia que amenaza nuestras vidas. Para enfrentar el acoso escolar también se recomienda a las víctimas hablar del asunto y procurar no andar solos en los pasillos, en el patio, seguro que ayuda.

La violencia interpersonal rompe el tejido social. La gente se atrinchera: colocarejas en la casa, en los colegios suben las paredes… La violencia genera desconfianza. Usted va por la calle y alguien se acerca a preguntarle hora y uno salta creyendo que lo van a asaltar. Si en la cola del banco una persona se queda mirando fijamente usted cree que el señor va a sacar un arma… La gente con miedo se separa del otro, a menos que reflexione y vea que el aislamiento empodera al violento.

Hay otro miedo, el  que generan las amenazas, aunque estas no se cumplan. Recuerdo hace años, en un barrio de San Félix, habían matado a un alumno de la escuela de Fe y Alegría, la víctima tenía 11 años, Miguel, no olvido su nombre. El supuesto responsable era un joven de 21 años, y vivía en un barrio vecino. Acordamos que había que salir a protestar así fuéramos ella y yo. La directora tenía mucho miedo, “nadie se va a atrever”, pero nos pusimos a convencer a madres y padres de la necesidad de salir, pues de no hacerlo el mensaje era que morir por una bala a esa edad, era natural, así que salimos unas 150 personas. Compartimos nuestro miedo. Los vecinos dijeron que con Fe y Alegría no se podía meter nadie porque “no tenían miedo”, no saben que sólo estaba compartido. Las amenazas se disolvieron.

Finalmente no es lo mismo protestar pacíficamente y sin armas, por cierto, un derecho (Artículo 68 de la CRVB) que ir con un montónde gente, todas con el mismo objetivo. Participar en actividades junto a otros, aunque hayan  amenazas, siempre realimenta los sueños.