Esta mañana me tocaba a mí preparar el café. Cuando la cafetera estaba ya a punto, cogí el azucarero… y estaba vacío. Abrí el cajón para buscar una nueva bolsa de azúcar, pero, cuando la tuve en la mano, descubrí que algo le ocurría. Se había hecho un bloque compacto de azúcar.
Inmediatamente recordé que, unos días atrás, se había colado un poco de agua al cajón y, al limpiarlo, no nos dimos cuenta de que el azúcar se había humedecido. Y, claro, con estos calores, al secarse, se ha quedado hecho un enorme terrón de azúcar.
El caso es que me impactó ver cómo iban reaccionando las demás. Una llegó y, al contarle lo que ocurría, me dijo:
-Bueno, no te preocupes, no pasa nada, como lo mío es tan poquito no tengo problema…
Yo no sabía qué hacer, así que, después de intentar rascar con una cucharilla y ver que aquello era imposible, me busqué una alternativa sirviendo las tazas con mucha leche: pensé que así suavizaría un poco el sabor fuerte del café.
Pero, de pronto, llegó la última y, al contárselo, me miró, miró la taza, miró el saquito de azúcar y se puso a pensar…
De repente cogió el paquete de azúcar y comenzó a darle golpes rápidos y firmes contra el canto de la encimera. Y así comenzó a soltar los primeros trozos. Yo la miré y me partía de risa, pero me alegré mucho porque me valí de su idea. Cogí mi terrón y me tomé el café.
Y hoy le daba gracias al Señor por la comunidad. Es impresionante cómo cada uno reaccionamos de maneras distintas ante un acontecimiento, sea de la índole que sea. A veces nos conformamos y con entereza seguimos adelante; otros intentamos buscar soluciones como locos pero sin pararnos demasiado a pensar; y otros no ven problemas, sino desafíos a resolver, y no paran hasta encontrar la solución.
Lo genial es que el Señor nos ha hecho diferentes. Cada uno vive las cosas de forma totalmente distinta al otro, y siempre las perspectivas de los demás suponen un enriquecimiento. Lo que ocurre es que a veces nos cuesta valorar lo que pueden ofrecernos los demás, o ni siquiera contamos con ellos y vivimos un poco «de por libre».
Es genial el que tiene grandes ideas, pero es un Don enorme cuando valoras las ideas de los demás y las disfrutas con ellos. El Señor se vale de cada persona dándole unos dones diferentes, para que pueda enriquecer a los demás. Todos tenemos dones, pero puede que tengamos muchos sin descubrir…
Hoy el reto del Amor es acoger las ideas de los demás. Seguramente alguien te dirá que le apetece ver algo que se sale de tus planes de vacaciones, ¿disfrutaréis juntos?; o quizá un compañero tenga una gran idea para avanzar en ese proyecto, ¿le escucharás?
VIVE DE CRISTO
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