“La misión no es proselitismo o mera estrategia, la misión es parte de la «gramática» de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra: “ven” y “ve”. Porque quien sigue a Cristo es necesariamente misionero. Lo afirma el Papa Francisco en el mensaje publicado el fin de semana pasado con motivo de la 89 Jornada Mundial de las Misiones que se celebrará el domingo 18 de octubre de 2015
El misionero sabe que “Jesús camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera», agrega en su escrito para una celebración que en esta ocasión se enmarca en el Año de la Vida Consagrada.
En el mensaje escribe que todo bautizado está llamado a dar testimonio de su fe pero esto particularmente es válido para las personas consagradas, por el vínculo que existe entre la vida religiosa y la misión. San Pablo podía afirmar: »¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!».
El misionero imita a Cristo
La primera imagen que presenta el texto es la de Jesús que lleva la cruz y la de la persona consagrada que toma la suya y va detrás de él, imitando su dedicación y gestos de amor. “Perder la vida para encontrarla”. Así se trata de imitar a Cristo. “Los hombres y las mujeres que le siguen más de cerca asumen plenamente este mismo carácter”.
El Papa escribe que la dimensión misionera es natural en la Iglesia que sigue Cristo e “intrínseca a toda forma de vida consagrada” y “no puede ser descuidada”.
“La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene”.
En el llamado de Jesús “vayan” están “presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia. En ella todos están llamados a anunciar el Evangelio a través del testimonio de la vida”, recuerda.
El Papa rememora el quincuagésimo aniversario del Decreto conciliar Ad gentes e invita a “releer y meditar este documento que suscitó un fuerte impulso misionero en los Institutos de Vida Consagrada».
Por otro lado, recuerda a santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, como inspiradora del vínculo íntimo de la vida contemplativa con la misión.
Asimismo, invita a poner en el centro de la misión a Jesucristo, pues eso significa “la donación total de sí mismo a la proclamación del Evangelio”.
Y más adelante añade: “Para estas personas, el anuncio de Cristo, en las diversas periferias del mundo, se convierte en la manera de vivir su seguimiento y recompensa los muchos esfuerzos y privaciones”.
Cualquier tendencia a desviarse de esta vocación [….] no está en consonancia con el llamamiento personal del Señor al servicio del Evangelio, advierte.
En la formación de los misioneros y la labor de los institutos misioneros, el Papa pone mucha confianza y responsabilidad. En este sentido pide “discernimiento” para que haya “vocaciones misioneras auténticas”.
Jóvenes misioneros y el respeto de los pueblos
“Me dirijo especialmente a los jóvenes, que siguen siendo capaces de dar testimonios valientes y de realizar hazañas generosas a veces contra corriente: no dejéis que les roben el sueño de una misión auténtica, de un seguimiento de Jesús que implique la donación total de sí mismo”, exhorta.
Y señala el desafío que representa para los misioneros el “respetar la necesidad de todos los pueblos de partir de sus propias raíces y de salvaguardar los valores de las respectivas culturas”.
“¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico?”.
El Papa sostiene que el Evangelio es claro: “Los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen cómo pagarte”.
»Existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos», añade. El voto de pobreza, explica, es seguir a Cristo y no es ideología, es por el contrario la identificación de Cristo con los pobres.
Esto significa vivir con ellos en “la precariedad de la vida cotidiana y en la renuncia de todo poder para convertirse en hermanos y hermanas de los últimos, llevándoles el testimonio de la alegría del Evangelio y la expresión de la caridad de Dios”.
Para vivir el testimonio cristiano y los signos del amor del Padre entre los pequeños y los pobres, las personas consagradas están llamadas a promover, en el servicio de la misión, la presencia de los fieles laicos, continúa el Papa.
Los laicos también colaboran en la misión
“Es necesario que los misioneros consagrados se abran cada vez con mayor valentía a aquellos que están dispuestos a colaborar con ellos, aunque sea por un tiempo limitado, para una experiencia sobre el terreno. Son hermanos y hermanas que quieren compartir la vocación misionera inherente al Bautismo”, explica.
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