Durante la vida podemos escoger muchas cosas. Elegimos nuestra ropa, la profesión a la que nos dedicamos, qué películas vemos, quiénes son nuestros amigos y con quién nos relacionamos románticamente. Pero a nuestros padres y hermanos no los elegimos: la familia simplemente se nos da. Quizás pensemos que no es la más perfecta, pero es importante reconocer que tiene fortalezas y también debilidades y fallas pero es esa familia la que Dios nos regala. Recordemos que como padres, tenemos también un compromiso pre adquirido con nuestros hijos, y el amor y atención que debemos darles, sin importar las condiciones adversas que se presenten, es lo mínimo que Dios espera de nosotros, al darnos el privilegio de ser coparticipes en la formación y creación de nueva vida.
En lo personal, cada uno tiene esa experiencia: la de su familia. Independientemente de sus defectos o carencias es en la familia donde se hace posible el amor, el amor sin condiciones. Los padres inician la familia con una promesa de amor; quieren a sus hijos porque son sus hijos, no en razón de sus cualidades. Los quieren por sí mismos.
Puede pasar a una familia que les llegue un bebé con limitaciones, y sin embargo reine la alegría. En la familia puede haber algún miembro que sufre de alcoholismo, drogadicción. Se pueden padecer carencias alimenticias, de empleo, de vivienda, de salud, y sin embargo pueden poseer una fortaleza digna de aplaudir porque no se estancan, siguen adelante a pesar de todas estas dificultades. Estas son nuestras familias, la familia donde hemos nacido, no podemos mudarnos de familia.
No hay familia perfecta
Esta es la familia que Dios eligió para cada uno de nosotros
Esta es la familia que debemos aceptar y amar.
Reflexionemos con las palabras del papa Francisco, quien nos recuerda que cada familia cristiana, como hicieron María y José, puede acoger a Jesús, escucharlo, hablar con Él, custodiarlo, protegerlo, crecer con Él; y así mejorar el mundo. Hagamos espacio al Señor en nuestro corazón y en nuestras jornadas. La familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la vocación y la misión de la familia, de cada familia.
ILUMINACIÓN BÍBLICA: Col. 3, 12-15
CONCLUSIÓN: Reconozcamos la importancia que tiene para nuestra vida y nuestro desarrollo personal, el hecho de formar parte de una familia, aunque no sea nuestra familia de origen, pues muchas veces, quienes carecen de familia por razones diversas, son acogidos por esas personas quienes le cuidan, acompañan y protegen en todo momento, convirtiéndose así en su familia.