A los Sacerdotes, Diáconos Permanentes, Religiosos y Religiosas, Seminaristas, Catequistas, Comunidades Cristianas Parroquiales y todos los fieles católicos de esta Iglesia Particular
“Ay de mi si no evangelizo”.
Con esta frase del Apóstol San Pablo quiero comenzar mi segunda carta pastoral en esta diócesis. Esta frase debe ser para nosotros una llamada a la reflexión en este mundo donde nos ha tocado vivir, tan necesitado del anuncio de la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo.
Vivimos sumergidos en una sociedad que, a pesar de llamarse a sí misma, por cultura, “cristiana”, ha desterrado de lo mas profundo de su ser a Dios y su mensaje salvador. Las encuestas sociales indican que en nuestro país el 99% se llama cristiano, es decir, creyente en Cristo, y un 90% católico. Cifras de las cuales nos enorgullecemos pero, que luego son desmentidas por el comportamiento y la vida que llevan muchos de esos llamados “cristianos”.Proclamamos una fe de origen cultural y de tradición, pero, nuestra vida dista distancias incalculables de lo que proclamamos. Es decir, existe un profundo divorcio entre la Fe y la Vida en muchos habitantes de nuestro país.
CATEQUESIS TRADICIONAL
En este panorama, encontramos que nuestra catequesis tradicional ha sido un instrumento para preparar los niños y jóvenes para la recepción de los Sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación y que muchas veces, lamentablemente, estos son vistos como una simple graduación después de un curso. Por lo mismo, los Padres y Representantes hablan de la catequesis como un requisito para la Primera Comunión o para la Confirmación. En muy contados casos, los niños y jóvenes que han asistido a la catequesis se comprometen con la comunidad parroquial y ni siquiera perseveran en el crecimiento y profundización de su fe.
A esto debemos agregar, que los Padres y Representantes descargan en ella la formación religiosa de sus representados y no los motivan con el testimonio, ni los acompañan en la participación en la vida de la comunidad parroquial y, en algunas oportunidades, hasta dificultan su participación. La idea que muchos Padres y Representantes tienen de los sacramentos es que “hay que salir de eso”.
Todo esto nos lleva a constatar que nuestra catequesis parte de una evangelización muy pobre, casi nula, y de familias descristianizadas, que no viven su fe. Es una catequesis meramente doctrinal que prepara para la recepción de los sacramentos, pero, no para la vida cristiana en comunidad y que olvida las necesidades y situaciones concretas de los niños y de los jóvenes. Pretendemos, igualmente, que en pocos meses, ellos asuman en su vida, los criterios y verdades de la fe que los orienten en su historia personal y comunitaria. Con mucho dolor debemos decir que en nuestra catequesis los sensibilizamos muy poco para el compromiso pastoral y social con los hermanos y nos los motivamos para el compromiso misionero. Finalmente, nuestra catequesis está centrada en los niños y los jóvenes y olvidamos a los adultos como punto de partida y referencia fundamental para aquellos.
«AY DE MI SI NO EVANGELIZO!»
Desde el inicio mismo de la Iglesia, ésta recibió de su fundador, Nuestro Señor Jesucristo, la misión de evangelizar a todos los pueblos.”Vayan y evangelicen a todas la naciones…” (Mt. 28,) Y este primer anuncio, siempre la Iglesia lo vio seguido de todo un proceso de iniciación que le permitiera al convertido y evangelizado entrar “en el misterio del amor de Dios, que lo llama a iniciar una comunicación personal consigo mismo en Cristo” (AG 13) y así emprender “un camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la Muerte y de la Resurrección, pasa del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo (Cf. Col. 3, 5 – 10; Ef. 4, 20 – 24)” (AG 13).El Conc. Vat. II les recuerda también a los Obispos su obligación de que se dé “con todo cuidado a los niños, adolescentes, jóvenes e incluso a los adultos la instrucción catequética, que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga viva, explícita y activa en los hombres, y que se enseñe con el orden debido y método conveniente no solo con respecto a la materia que se explica, sino también a la índole, facultades, edad y condiciones de vida de los oyentes.” (ChD. 14) Se trata de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana. (D.G.C., 63 y 64).
Por lo tanto la catequesis es un proceso educativo que nos lleva al seguimiento de Jesucristo, dentro de una comunidad de hermanos que nos va ayudar a vivir al estilo del Maestro. No es un acto puntual para prepararnos a un sacramento sino un camino de fe, de discipulado de Cristo que implica un compromiso de vida. “La catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce a lo meramente circunstancial u ocasional” (D.G.C., 68) Es un proceso que debe también, llevar al catequizando a incorporarse “en la comunidad cristiana que vive, celebra y testimonia la fe.” (D.G.C., 68).
La catequesis que se queda en aprender conceptos y oraciones para recibir un sacramento y no se convierte en un proceso de iniciación apoyado en una comunidad de fe y de vida cristiana, va en camino del fracaso.
Los Obispos latinoamericanos en el Documento de Santo Domingo afirman: “Nuestra catequesis ha de tener un itinerario continuado que abarque desde la infancia hasta la edad adulta, utilizando los medios mas adecuados para cada edad y situación.” (SD 49 ) Y nuestro Concilio Plenario de Venezuela nos dice en su documento de catequesis que se debe implementar en el país “un auténtico proceso de educación en la fe en el que los sacramentos aparezcan no como elementos aislados sino como momentos fuertes e integrados en la vida del hombre creyente” (Catequesis 60).
Finalmente, recordemos que en el Proyecto de Renovación de la Diócesis nos planteamos como opción fundamental la acción pastoral evangelizadora «como itinerario permanente de fe, que se recorre en un proceso orgánico, único y diferenciado al mismo tiempo».
NORMAS PARA LA CATEQUESIS Y RECEPCIÓN DE LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente dicho, decreto para esta Diócesis y a partir de este momento las siguientes normas:
1. Quedan establecidos en todo el territorio de la Diócesis los Itinerarios Catequísticos tal como los ha aprobado la Conferencia Episcopal y el Concilio Plenario de Venezuela.
2. El Itinerario se comenzará a los 8 (ocho) años de edad y durará por lo menos dos años en cada etapa.
3. Aquellos niños y adolescentes mayores de ocho años que no hayan comenzado su itinerario pueden ser incorporados al mismo pero, conservando siempre el tiempo necesario para cada etapa.
4. Se recomienda a todos los catequistas la utilización de los Manuales del Itinerario Catequético elaborados por la Conferencia Episcopal Venezolana.
5. Los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación se administrarán sólo después de haber recibido la correspondiente formación y cuando el catequista, junto con el párroco, consideren que se encuentren preparados los catequizandos.
6. La celebración de estos sacramentos y los itinerarios debe realizarse en la parroquia o comunidad eclesial donde vivan. Y los párrocos deben ser celosos en este aspecto.
7. Todos los catequistas deben prepararse en la escuela de catequesis para ejercer su ministerio. Se da como plazo hasta el próximo mes de Diciembre de 2004 para que los catequistas que no han comenzado su proceso formativo lo comiencen.
8. Con respecto a las normas para la catequesis de los sacramentos del Bautismo y Matrimonio se les pide a las zonas pastorales las estudien, para luego, tomar una decisión en conjunto.
9. Finalmente encargo al Secretariado Diocesano de Catequesis, en comunión con la Vicaría de Pastoral, de la implementación de estos itinerarios y de la formación inicial y permanente de los catequistas.
CONCLUSIÓN
Para terminar quisiera dirigirme en primer lugar a los sacerdotes, especialmente los párrocos, que, por su propia vocación y misión, deben ser los primeros animadores y defensores de estos itinerarios. Recuerden que “la función propia del presbítero en la tarea catequizadora brota del sacramento del Orden que ha recibido” y que éste los constituye en “educadores en la fe”. (DGC 224) Que los fieles encuentren en Uds. la orientación necesaria para comprender y asimilar este proceso.
De una manera especial invito a nuestros queridos catequistas a fin de que asuman este proceso con el mayor entusiasmo y cariño. Son Uds. los formadores de las futuras comunidades cristianas de nuestra diócesis. Deben esforzarse por tener un sólido conocimiento de la Biblia y de la Tradición de la Iglesia que les permita llevar a sus catequizandos a través de una catequesis “viva, explicita y activa”a una relación personal de amistad con Dios y con cada uno de su prójimo. Deben ser testigos vivientes del Evangelio para sus catequizandos y esforzarse en prepararse de la mejor forma para su función, “de suerte que conozcan con claridad la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las leyes psicológicas y las disciplinas pedagógicas.” (ChD 14).
El camino que nos toca transitar en la implementación de los itinerarios es largo y con muchos obstáculos, pero, traigo a la memoria la frase de Jesús en el Evangelio, que el Santo Padre nos ha recordado con insistencia en los últimos tiempos: “Duc in altum”, “Remen mar adentro”. Es una invitación cargada de esperanza y ánimo. Esperanza basada en el acompañamiento que el Señor nos hace en el diario caminar. Que esa esperanza sea para nosotros la fortaleza y el ánimo que nos impulsen en esta misión que se nos encomienda. Y que la Santísima Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización, bajo la advocación de la Purísima Concepción, nos acompañe en este hermoso caminar con nuestro pueblo en la construcción del Reino de Dios.
Los bendigo de todo corazón con afecto paternal.