Carta Pastoral N° 4

¿QUE TODOS SEAN UNO PARA QUE EL MUNDO CREA.?
A los Sacerdotes, Diáconos Permanentes, Religiosos y Religiosas, Seminaristas, Catequistas, Comunidades Cristianas Parroquiales y todos los fieles católicos de esta Iglesia Particular

“Que todos sean uno, como tu, Padre, estás en mi y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tu me enviaste.” (Jn. 17, 21)

Que la Paz del Señor Resucitado esté siempre con todos ustedes.

En el marco de la celebración de la Pascua de este año 2008, tiempo “privilegiado en el cual celebramos al Resucitado, Señor de la Vida”, quiero con estas palabras de Jesús, que encontramos en el Evangelio de San Juan dirigirme a Ustedes a fin de invitarlos a reflexionar sobre un tema que es fundamental para la Iglesia de estos tiempos.

Después de doce años de haber sido lanzado el proyecto y ante la reciente celebración del Concilio Plenario de Venezuela y la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, he considerado muy importante que reflexionemos sobre la Espiritualidad de Comunión, que le da fundamento a nuestra Iglesia y a nuestro Plan Diocesano de Renovación Pastoral.

En estos momentos que vivimos, como nos lo recuerda el documento de Aparecida, “nos sentimos interpelados a discernir los ‘signos de los tiempos’, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y ‘para que la tengan en plenitud’ (Jn. 10, 10)” (Cf. Aparecida 33)

Con gran gozo, hemos visto en nuestra diócesis, en los últimos años un gran esfuerzo por vivir la eclesiología del Vaticano II que hemos tratado de plasmar a través del Proyecto Diocesano de Pastoral. En estos últimos doce años han sido muchas las vivencias de comunión  experimentadas en nuestra Iglesia particular: las parroquias se han sectorizado para ir creando pequeñas comunidades; en muchas de ellas, se han creados las diversas instancias de comunión como los EPAP’s, los Consejos Pastorales,  los Consejos de Asuntos Económicos, etc. Se han fortalecido los encuentros fraternos entre los sacerdotes, las religiosas y los fieles laicos.
A nivel diocesano podemos resaltar que se han consolidado y fortalecido las Zonas Pastorales y algunas Comisiones Diocesanas, como Catequesis, Pastoral Social, Pastoral Familiar, Juvenil y Vocacional entre otras. Esto nos llena de alegría y  esperanza.

Pero, también, con profundo dolor vemos como cada día mas esta sociedad nos lleva a vivir en un clima de egoísmo, injusticias, odios, guerras y desunión. Es imposible no estar conscientes de cómo se ha incrementado la violencia y el odio en medio de nuestras comunidades, especialmente las más excluidas. La violencia política no se queda atrás y no se respetan las ideas del adversario ideológico, sino que por el contrario todo se quiere resolver a fuerza de insultos, descalificaciones, odios, rencores y actos de violencia física.

A esto debemos añadir, como nos lo dice CPV que “el pensamiento dominante en esta nueva época, según el cual cada nivel de la realidad es autónomo, con la consecuente fragmentación que ello ha traído en la realidad social, ha favorecido el que muchos cristianos de hoy conciban su fe como un cumplimiento de determinados ritos o actividades de corte religioso, sin mayor preocupación por las exigencias que lleva consigo el Evangelio en todos los ámbitos de la vida.” (ICM 9)

Otro rasgo negativo de este tiempo es esa aspiración de la persona a hacerse su vida por su cuenta, lo que ha favorecido estilos de acción pastoral paternalistas “y un modo de participación mas bien pasivo y poco comprometido” (ICM 11).

Una Espiritualidad de Comunión.

La Iglesia, peregrina en la historia, ha vivido bajo diversos modelos culturales, que han determinado de cierta manera la forma de sus estructuras pastorales, pero, sin perder su misma esencia. De una Iglesia, entendida y presentada a partir del concepto de “sociedad perfecta”, hemos pasado con el Conc. Vat. II a una Iglesia entendida y presentada a partir del Dios Uno y Trino, es decir, una Iglesia “icono de la Trinidad”, que es la razón de su existir, el objetivo que debe perseguir, la meta que le espera (Cf. CIV 2) y hacia donde debe encaminar toda su acción.

El Concilio Plenario de Venezuela nos dice en  el # 33 del documento”La comunión en la Vida de la Iglesia en Venezuela”: “La Iglesia es comunión y hunde sus raíces en el misterio de la comunión trinitaria: Dios Padre, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo. Nuestro Dios no es triste soledad, sino bienaventurada comunión: ‘el supremo modelo y principio de este misterio  (la unidad de la Iglesia) es la unidad de un solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en la trinidad de personas’ (UR 2). Aquí encontramos la verdadera raíz y explicación de la auto comprensión de la Iglesia como comunión. La contemplación del Dios trinitario nos muestra la más estrecha unidad (un solo Dios) y una verdadera distinción (tres personas distintas). Esta es la norma que estructura a la Iglesia, en la que han de conjugarse unidad y diversidad.”

El Concilio Vaticano II por esto, nos define a la Iglesia como Sacramento de Comunión: “La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea, un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1)

El concepto de Iglesia, como icono de la Trinidad, nos lleva necesariamente a vivir una espiritualidad de comunión, que recibe su sentido del encuentro – comunión con Dios Uno y Trino. A partir de esta visión trinitaria se debe originar un nuevo modo de encarar las relaciones interpersonales y sociales, que implica, en primer lugar, que el sujeto de toda actividad de la Iglesia es la comunidad cristiana, el “nosotros”. No podemos, por lo tanto,  concebir la espiritualidad como una acción individual, intimista, cerrada en una relación subjetiva e individual entre “Dios y yo”. Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte” nos dice: La espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado.” (Nº 43)

La Iglesia como comunión, vive relaciones de amor, que no son simplemente funcionales sino basadas en el amor que es Dios y tiene un fin común  que es la realización de la voluntad salvífica universal del Padre.

La espiritualidad de comunión radica en Dios (amor compartido, Trinidad de personas) que crea al ser humano a su imagen y semejanza y, por lo tanto, lo crea para vivir en el amor, para vivir en comunidad, para vivir como pueblo. Dios nos llama a la comunión con Él, comunión que se convierte en posesión común de aquellos que lo acogen. Nosotros, por nuestra parte, estamos llamados a hacernos siempre más comunión, más comunidad, más pueblo, más familia de Dios.

Esta Espiritualidad comporta vivir la novedad de las relaciones con Dios y con todos los seres humanos; participar en la vida de los otros y de la comunidad para compartir los gozos y los dolores, haciéndonos próximos, compañeros de aventura y asumiendo la propia responsabilidad para buscar el bien de los otros y el bien común. Implica vivir la reconciliación para buscar los caminos necesarios a fin de restablecer la paz; ministro de la reconciliación el cristiano pacifica en si cuanto hay de división, se hace “puente” entre las partes heridas, genera el encuentro de los que están dispersos, acoge a todos, especialmente a los mas pobres, débiles y excluidos; promueve relaciones fraternas y hace interactuar las partes. Recordemos de nuevo las palabras de Juan Pablo II: “Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como ‘uno que me pertenece’, para  saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad.” (NMI 43)

Nos debe llevar a promover el diálogo, como escucha y acogida del otro y dinamismo de crecimiento del conjunto hacia metas crecientes de unidad; a vivir el discernimiento comunitario, entendido como proceso vivido junto con la comunidad cristiana, en la identificación de los problemas, en el análisis y búsqueda de posibles soluciones, en la opción libre y determinada de aquello que la Iglesia está llamada a hacer para encarnar su misterio y para desarrollar su misión  en el mundo.”Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un ‘don para mi’, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber ‘dar espacio’ al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga. 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianzas y envidias.” (NMI 43)

Comporta vivir la solidaridad que se expresa en la comunicación y el compartir los bienes espirituales, materiales y culturales, cumpliendo así el mandamiento nuevo de amarnos los unos a los otros como Él nos amó. Solidaridad que lucha por un mundo distinto, más justo, más humano y, por lo mismo, en paz.

Una espiritualidad que nos lleve a una plegaria litúrgica y personal en la que se celebre el misterio de Cristo y la unión con Él, en la esperanza de “algo mejor” que está por venir y que está siempre por construir. Benedicto XVI en su Encíclica “Spe Salvi” Nº 34 nos dice: “Para que la oración produzca esta fuerza purificadora debe ser, por una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las grandes oraciones de la Iglesia y de los Santos, por la oración litúrgica, en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente. (…) En la oración tiene que haber siempre esta interrelación entre oración pública y oración personal. Así podemos hablar a Dios, y así Dios nos habla a nosotros.”

Año Paulino.

Otra celebración a la cual hemos sido convocados por El Papa Benedicto XVI es la del Año Paulino, conmemorando los 2000 años de su nacimiento. El Año Paulino ofrecerá la ocasión de descubrir la figura del Apóstol, su actividad, sus viajes; releer las Cartas que escribió dirigidas a las primeras comunidades cristianas; revivir los primeros tiempos de la Iglesia; profundizar sobre su pensamiento y sus enseñanzas y meditar sobre su vigorosa espiritualidad de fe, de esperanza y caridad. Pero, de manera especial, los invito a conocer toda su eclesiología de comunión de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. “No podemos dudar que el fuego interior que ardía en el corazón de Pablo y le impulsaba a la construcción de la comunidad cristiana, no era otro que la Espiritualidad Comunitaria que está a la base de nuestro Proyecto de Evangelización y Renovación.” (Rivas, Sebastián, Pbro.- Eclesiología Paulina.- Conferencia en la reunión del clero del 05-03-2008)

Líneas de acción.

Hermanos y hermanas, estamos en el año 2008, preámbulo de la tercera Fase de la Primera Etapa de nuestro Proyecto Diocesano de Renovación Pastoral, donde estamos llamados a vivir la sensibilización a la vida comunitaria, a fomentar nuestra conciencia de Iglesia como comunidad de todos, a acrecentar nuestro sentido de pertenencia a la Diócesis, a vivir una verdadera Espiritualidad de Comunión.

Una Diócesis que trata de vivir esta Espiritualidad de Comunión se caracteriza por ciertos valores y estilo de vida. Entre ellas debemos destacar:

el diálogo, basado en la apertura y aceptación recíproca, en la confianza mutua y en el respeto a las diversidades;
la libertad de espíritu que estimula la creatividad y la responsabilidad personal;
la conciencia colectiva de que la diócesis necesita de cada uno y cada uno necesita de la diócesis; se es parte de ella, o se es una isla;
La solidaridad, la ayuda mutua, el compromiso por la justicia y la paz; la conciencia de objetivos claros y fines comunes que dan sentido y orientación a cuanto se hace y se vive y que estimulan a la cooperación de todos;
la reconciliación constante que facilita y promueve el crecimiento de las personas y de la comunidad; todos tratan de comprenderse, de apoyarse mutuamente y dar tiempo a los otros para crecer juntos.
Ante este llamado de Cristo y su Iglesia, los exhorto a que, además de las líneas de acción que propuse en mi anterior carta pastoral, asumamos las siguientes:

Es necesario que emprendamos un proceso de “conversión y reconciliación en el Pueblo de Dios como signo de comunión y unidad.” (CVI 62, 3.2.1)
Invito a todas las parroquias que no hayan creado las instancias de comunión, que el Proyecto Diocesano de Pastoral contempla, a que en la brevedad posible constituyan estos organismos de comunión. Me refiero a la sectorización, el Equipo de Coordinación Sectorial, el EPAP, la red de Mensajeros, el consejo Parroquial de Asuntos Económicos, Consejo Parroquial de Pastoral y la Carta a los Cristianos.
Aquellas parroquias que ya tengan estas estructuras establecidas deben fortalecerlas, mejorando en ellas la participación y la espiritualidad de comunión.
Entre estas estructuras también es importante que se establezcan las Asambleas Zonales, donde se disciernan y aprueben actividades conjuntas y se traten temas importantes relacionados con la vida de la misma zona. Estas asambleas también deben realizarse a nivel parroquial y sectorial.
Al EDAP lo exhorto a profundizar la espiritualidad de comunión a través de las Ejercitaciones y otros tipos de Ejercicios Espirituales que la refuercen; recordando que ésta implica centrar la vida espiritual en la unidad de la Iglesia local, en el testamento de Jesús.
Quisiera también hacer un llamado para que en las parroquias se robustezca la comunión de bienes, como nos lo pide el CPV: “Todos los miembros del Pueblo de Dios contribuyan decididamente en aquellas iniciativas tendientes a lograr una mas justa distribución de los recursos humanos y materiales en el seno de la Iglesia.” (ICM 224) De la misma manera como lo pide el Nº 226 del mismo documento del CPV que “cada uno de los organismos e instancias de la Iglesia particular contribuya, desde su posibilidad y especificidad, a promover una catequesis referente a la comunicación cristiana de bienes y la responsabilidad de los bautizados en el sostenimiento económico de la acción evangelizadora.”
Conclusión.

Aunque el camino es largo y con muchos obstáculos, los invito a que no desfallezcamos sino que, por el contrario, no perdamos el entusiasmo, el ardor y la esperanza. El Señor nos acompaña en este camino y La Purísima Concepción del Caroní camina a nuestro lado guiándonos en la construcción del Reino de su Hijo muy Amado.

Los bendigo de todo corazón con afecto paternal.

En Ciudad Guayana, a los 13 días del mes de Abril de 2008, día del Buen Pastor y Jornada Mundial de Oraciones por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas.