A los Sacerdotes, Diáconos Permanentes, Religiosos y Religiosas, Seminaristas, Catequistas, Comunidades Cristianas Parroquiales y todos los fieles católicos de esta Iglesia Particular
Que la Paz del Señor Resucitado esté con ustedes y su Gracia viva en el corazón de cada uno.
Al Señor Jesús se le conmovían las entrañas al ver el dolor de los pobres y los enfermos. De su Corazón traspasado por el Amor nació la Iglesia y –desde entonces- también ella cura las heridas de los que sufren, de los excluidos y de los empobrecidos de la tierra. Por eso el Concilio Vaticano II nos recuerda:
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (…) La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1).
Nosotros, Obispo y sacerdotes, como legítimos sucesores y colaboradores de los apóstoles estamos en la obligación de iluminar las realidades más dolorosas de nuestro pueblo. Y una de ellas es la que está atravesando nuestra región con las empresas básicas. Con esta Carta Pastoral, en el espíritu del Concilio Vaticano II, queremos aportar los criterios morales imprescindibles, que partiendo del mismo Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, nos puedan ayudar a solucionar esta grave situación. De estos principios orientadores deben nacer propuestas técnicas y profesionales, pero éstas ya son responsabilidad de los laicos correctamente preparados.
EL FUTURO DE GUAYANA ESTÁ AMENAZADO
Esta es la conclusión dramática que sacamos a la luz de los datos oficiales sobre nuestras empresas básicas. La caída de la producción, el deterioro de las instalaciones, la pérdida de proveedores y compradores confiables,… son indicadores que nos alertan de un daño estructural que está sufriendo nuestra principal industria.
Pero lo más grave es lo que atenta contra los propios trabajadores, sobre todo, la pérdida de algunos de sus derechos laborales, conquistados con años de lucha, y la división provocada entre los mismos obreros. No podemos ser indiferentes ante la violencia que se está ejerciendo contra muchos de ellos: violencia física, psicológica y laboral. Violencia que, a veces, se ha llegado a ejecutar por grupos ajenos a las empresas básicas, intentando enfrentar a trabajador contra trabajador, a sindicato contra sindicato, a pueblo contra pueblo.
La pregunta que –desde hace tiempo- está en la mente de muchos guayacitanos es: ¿se trata de simple incompetencia gerencial y corrupción? O ¿detrás de este caos hay un plan premeditado para deshacerse de las empresas básicas poniéndolas en manos del mejor postor, echándole la culpa a los propios obreros a los que se les encargó su control?
Sea cual sea la respuesta, todo conduce a que por este camino nuestras empresas básicas dejarán de ser la fuente principal de trabajo de Guayana y, por tanto, nuestra región enfrentará una dura crisis que nos afectara a todos. En nombre de Dios, pedimos a todos una rectificación seria, consensuada y planificada. Todavía estamos a tiempo y como Iglesia proponemos algunos principios sobre los que debe orientarse este cambio de rumbo.
FUNDAMENTOS MORALES PARA UN CAMBIO DE RUMBO
1. La Solidaridad: este es el principal valor aportado por el Movimiento Obrero; dicho Movimiento –de profundas raíces cristianas- vivió la Solidaridad como compartir hasta lo necesario para vivir, poniendo los problemas de los otros por encima de los propios. En la solución de esta crisis debe primar la lucha por el pleno empleo, el reconocimiento de los derechos de los llamados terciarizados y el rechazo del corporativismo, la burocracia y la corrupción. Les aliento a buscar el bien común, aunque para eso tengamos que perder nuestros privilegios a favor de los desempleados. Es el camino que nos enseña Jesús: “El cual, siendo de condición divina, no consideró codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres.” (Fil 2, 6ss.)
2. El protagonismo y la unidad de los trabajadores: sin estos dos fundamentos tampoco puede haber solución al problema. El protagonismo obrero exige la independencia respecto a todo interés partidista y monetario; tiene que ser totalmente autónomo del gobierno de turno. Los obreros deben unirse, más allá de su afiliación, para salvar las empresas básicas y para gerenciarlas de tal manera que sigan promoviendo puestos de trabajo. No hacerlo es suicida: todos perderemos. Creemos que la división que hoy existe entre los propios trabajadores está siendo provocada desde fuera para conseguir turbios intereses.
3. El diálogo y el respeto: principios básicos de la no-violencia. Las diferencias son legítimas y colaboran a la solución de los problemas, siempre y cuando partamos de respetar la dignidad de los otros y entrar en diálogo sincero con ellos. Hay que rechazar contundentemente la violencia, la intromisión de grupos armados y de personas que desconocen la problemática de las empresas básicas. La descalificación, la mentira y las amenazas están impidiendo la salida de esta crisis.
CONCLUSIÓN
Por último, la Iglesia Católica y en particular mi persona como Obispo de Ciudad Guayana, además de seguir orando, nos ofrecemos como parte mediadora en este grave conflicto que está viviendo nuestra región. Proponemos abrir una mesa de diálogo y trabajo en el que, a partir de un diagnóstico objetivo, se escuchen todas las propuestas de solución y caminemos juntos en la superación del problema. Estamos ante una oportunidad histórica: las crisis son también posibilidades de avanzar hacia un futuro mejor. Pero o avanzamos juntos o nos hundimos todos.
Los invito a poner en manos de Nuestro Señor Jesucristo Resucitado esta problemática y pedirle a nuestra Patrona, La Inmaculada Concepción del Caroní, interceda ante su Hijo para que esta grave y crítica situación pueda encausarse hacia una solución que nos beneficie a todos pero, de manera especial a nuestros obreros y obreras.
Los bendigo de todo corazón con afecto paternal.
En Ciudad Guayana a los 29 días del mes de mayo de 2011.