EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 17 DE NOVIEMBRE DEL 2016

Lucas 19, 41- 44: “En aquel tiempo, cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén, y viendo la ciudad, lloró por ella, y dijo: « ¡Si al menos en este día tú conocieras los caminos de la paz! Pero son cosas que tus ojos no pueden ver todavía. Vendrán días sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te atacarán y te oprimirán por todos los lados. Te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

Jesús consagró un largo período de su ministerio liberador y dador de vida en Galilea y las regiones circunvecinas de gentiles. Ahora decide hacerlo en Jerusalén, que fue el centro de poder de Judea, a pesar de que sabía que estaba condenado por los líderes judíos, que allí vivían.

Viniendo de Galilea, y habiendo atravesado Samaria, Jesús llega a Jerusalén, después de caminar unos ciento treinta kilómetros. De acuerdo con la narración de Lucas, capítulo 19, versículos 41-44, Jesús, al acercarse a la ciudad, es aclamado por una multitud esperanzada por la cercanía de Jesús. Al ver la ciudad, Jesús llora sobre ella. Luego Jesús dice: «Si al menos tú comprendieras, en este día, lo que conduce a la paz, vendrán días cuando los enemigos te rodearan de trincheras, te sitiaran y te apretaran el cerco. Te arrastran con tus hijos, dentro y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no reconociste el momento de mi venida».

Jerusalén, en su origen, fue una ciudad tomada violentamente a los jebuseos, por el rey David, quien, centralizó allí su poder político, religioso y militar, desde donde

se dieron las invasiones y la dominación de David sobre los pueblos cercanos formando un imperio regional.

A partir de una teología desarrollada en la corte del rey David y sus descendientes, Jerusalén fue exaltado como la ciudad, sagrada, santa. Sin embargo, ya algunos profetas del Antiguo Testamento denunciaban el abuso de poder y la corrupción que reina en la ciudad santa. Jesús mismo había caracterizará Jerusalén, rechazando su paz, como una ciudad que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella. Unos cuarenta años después de la muerte de Jesús, la ciudad fue destruida por el emperador romano Tito.

La verdadera paz es el fruto de la libertad y los poderosos de este mundo la detestan. Jesús, con su práctica liberadora, en el amor y la misericordia, vino a traer la paz a los bienaventurados pobres y oprimidos, y bendijo la búsqueda de la fraternidad y la justicia.

Caminando con Jesús, nos comprometemos a construir un mundo más justo donde prevalece la dignidad humana, la justicia y la paz. Y unidos por el amor de Dios, clamemos por el respeto a la vida y por la paz en el mundo, que cesen las guerras y entren en vigor la armonía y la solidaridad entre los pueblos. Amen.