MATEO 28, 8-15: “Después de escuchar las palabras del Ángel, las mujeres se fueron al instante del sepulcro, con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En eso Jesús les salió al encuentro en el camino y les dijo: «Paz a ustedes.» Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo en seguida: «No tengan miedo. Vayan ahora y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allí me verán.» Mientras las mujeres iban, unos guardias corrieron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había pasado. Estos se reunieron con las autoridades judías y acordaron dar a los soldados una buena cantidad de dinero para que dijeran: «Los discípulos de Jesús vinieron de noche y, como estábamos dormidos, se robaron el cuerpo. Si esto llega a oídos de Pilato, nosotros lo arreglaremos para que no tengan problemas.» Los soldados recibieron el dinero e hicieron como les habían dicho. De ahí salió la mentira que ha corrido entre los judíos hasta el día de hoy”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En las tradiciones de las comunidades primitivas de los discípulos de Jesús, se encuentran varios relatos de las apariciones de Jesús resucitado. Con estos relatos se alimentaba la fe de los discípulos que estaban esperando a Jesús en una manifestación de poder terreno y, después, se decepcionaron con su muerte en la cruz.
El evangelio de Mateo nos narra que, al llegar el primer día de la semana, domingo, después de la crucifixión, María Magdalena y María, madre de Santiago, se dirigen al sepulcro, pero al llegar lo encuentran vacío. Un ángel les anuncia que Jesús no está ahí, sino que ha resucitado y que irá a Galilea.
Cuando las dos mujeres fueron a anunciar a los discípulos la novedad, de acuerdo al evangelio de hoy, Mateo, capítulo 28, versículos del 8 al 15, el mismo Jesús les viene al encuentro y les dice: “Alégrense!”. Ellas se postraron y le abrazaron los pies y entonces Jesús, les repite el anuncio, vayan y digan a los discípulos que estén en Galilea, allá nos encontraremos.
En el evangelio de Lucas, al anunciar a María su concepción, el ángel le dirigió este saludo: “Alégrate”. Ahora es Jesús resucitado quien saluda a las mujeres que vinieron de visita al sepulcro: “Alégrense”. La resurrección es la confirmación del don de la vida eterna y divina concedida por Dios a todas sus criaturas, mujeres y hombres.
Jesús, llama a los discípulos hermanos. Reitera el envío anticipado por el ángel, de ir a Galilea, donde ejercitaran su ministerio. Allá será dada la continuidad a la misión, con carácter universalista.
A continuación, el evangelio de Mateo narra cómo los jefes de los sacerdotes del Templo sobornaron a los guardias del sepulcro con una gran cantidad de dinero. Los guardias debían decir que, cuando ellos estaban dormidos los discípulos de Jesús se robaron su cuerpo. La inconsistencia de este argumento ridiculiza la figura de estos jefes.
La resurrección de Jesús significa la confirmación del don de la vida eterna, manifestado en la encarnación del Hijo de Dios, a todos aquellos y aquellas que permanecen en el amor del Padre, siguiendo el camino de Jesús, en la liberación de los oprimidos y en el servicio a la vida, en todas sus etapas.
El tiempo pascual que vivimos es el tiempo de la celebración de la vida, por eso pidamos a Dios todopoderoso que en este tiempo pascual sea inmensa nuestra alegría, celebrando la vida plena y eterna que nos ha regalado el Padre, al resucitar a Jesús.