EVANGELIO DEL DÍA LUNES 6 DE AGOSTO DEL 2018

 

Marcos 9, 2-10: “En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a ellos solos a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente. Incluso sus ropas se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo sería capaz de blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Levantemos tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»  En realidad no sabía lo que decía, porque estaban aterrados. En eso se formó una nube que los cubrió con su sombra, y desde la nube llegaron estas palabras: «Este es mi Hijo, el Amado, escúchenlo.» Y de pronto, mirando a su alrededor, no vieron ya a nadie; sólo Jesús estaba con ellos. Cuando bajaban del cerro, les ordenó que no dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron el secreto, aunque se preguntaban unos a otros qué querría decir eso de «resucitar de entre los muertos».

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

La Iglesia Universal celebra hoy entre otros santos la fiesta de la Transfiguración del SEÑOR, el cual es un evento narrado en los evangelios sinópticos según san Mateo, san Marcos y san Lucas, en el que Jesús se transfigura y se vuelve radiante en gloria divina sobre una montaña. En la liturgia de los cristianos orientales, la fiesta de la transfiguración ocupa un lugar muy relevante.

Por su parte la liturgia diaria nos invita a meditar el Evangelio de Jesucristo según San Marcos capítulo 9, verso 2 al 10. En el que se narra escena de la transfiguración de Jesús, que se encuentra en el centro del Evangelio de Marcos. Esta escena es una de las más importantes del Nuevo Testamento. No es la cumbre, sino el resumen de toda la revelación. Moisés y Elías, los portavoces de la Ley y los Profetas, es decir de todo el Antiguo Testamento, presentan el Cristo del Evangelio a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, los verdaderos amigos de Jesús, que serán responsables de la predicación del Evangelio a todo el mundo.

Los tres Apóstoles predilectos, llamados a ser los pilares de la Iglesia, son testigos de este agradable intermedio al ver la manifestación divina de JESÚS, el estado definitivo del hijo del hombre. Pedro se atreve a proponer un plan suyo demasiado humano, para prolongar aquel momento de felicidad inefable, pero no sabía lo que decía. El mensaje definitivo llega de arriba, con la voz proveniente de la nube, identificando a JESÚS, revelando su personalidad, invitando a la escucha atenta, incluso cuando se hable del duro camino de la cruz.

Cuando nos confrontamos con el texto, podemos preguntarnos: ¿qué significado puede tener Moisés y Elías, junto a JESÚS, en la cima de una montaña? ¿La vestidura y el rostro resplandecientes? Y al mismo tiempo respondernos así: la elevación es símbolo de encuentro con la trascendencia. Moisés y Elías son los únicos profetas que recibieron revelaciones en la montaña de Dios, su presencia junto a JESÚS, significa precisamente la centralidad de la Buena Noticia que es el Reino de Dios, en el mensaje legal de Moisés y en el mensaje profético de Elías. El vestido blanco indica el resplandor de la gloria divina y el rostro relumbrante recuerda la apariencia de Moisés al descender del monte con las tablas de la Ley.

Podemos concluir que el Evangelio es la revelación de la voluntad de Dios, que siempre actúa en la vida de su pueblo como Salvador, y dejarnos dos lecciones muy actuales y perennes: en primer lugar, hacer una lectura de la Sagrada Escritura, desde una óptica Cristo-céntrica, para poder comprender la Ley y los Profetas, tal y como se las explicó el Maestro a los discípulos de Emaús y en segundo lugar la urgencia de dejarse transfigurar por la presencia de JESÚS, en nuestras vidas cotidianas y no dejarse encasillar en una de las tres chozas que propone Pedro.

Señor JESÚS, ante nuestra mirada te presentas siempre transfigurado, porque nos gusta verte triunfante en Tu resurrección. Ayúdanos a dejarnos guiar por Tu luz para poder transitar junto a Ti el silencio de la muerte y luego el esplendor de Tu gloria. Amen.