Lucas 10, 21-24: “En aquel tiempo, Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has dado a conocer a los pequeñitos. Sí, Padre, pues tal ha sido tu voluntad. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos; nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; nadie sabe quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera dárselo a conocer.» Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque yo les digo, que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San Sabas, famoso monje nacido en Turquía en el año 439. Se calcula que fue director espiritual de 150 monjes en las proximidades del Mar Muerto. A los 94 años de edad, siendo famoso en todo oriente y habiendo gastado su vida en la oración, murió el 5 de diciembre del año 532,
Por su parte la liturgia diaria nos presenta al Evangelio de Lucas capítulo 10, versos 21 al 24. El texto relata la respuesta de Jesús, al Padre con una bella oración de acción de gracia, es la respuesta a los informes que el Maestro ha recibido de sus discípulos al volver de la misión que Él les había encomendado, y donde ellos le habían explicado todos los grandes prodigios que habían realizado. Esta oración anuncia la manifestación de Dios en la historia de la comunidad, obra del Espíritu Santo, y por eso el sentimiento de Jesús, que lo mueve a dar gracia, porque Dios se solidariza con los que de acuerdo a los prejuicios humanos no cuentan para nada.
El texto meditado nos confronta en dos direcciones, primero: nos mueve un sentimiento de gracia, al vernos incluidos en ese grupo de ignorantes, que desconocemos tantas cosas pero que hemos sido tocados por la Gracia del Espíritu Santo, para que asumamos la misión de ir a contagiar a otros de la acción dignificante de JESÚS, que quiere cada día revelarnos su Palabra. Segundo: nos invita a denunciar cualquier pretensión, incluida la de nosotros mismo, de que al paliar la necesidad de nuestros semejantes, se vea como un hecho extraordinario que necesita ser reconocido, cuando la verdad es que es una obligación de cada cristianos en la lucha por extirpar las lepras de las injusticias sociales que padecen nuestras sociedades.
Dios ha hecho bien todas las cosas y ha puesto al hombre y a la mujer, en el centro de su creación para que disfrutemos de ella y nos ha dado unos dones, para que cada uno de acuerdo a nuestras capacidades podamos proveernos de los bienes necesarios para nuestra subsistencia y ayudar a nuestros semejantes, para que también desarrollen las suyas. Los problemas surgen cuando algunos nos desvivimos solo para la acumulación de riquezas y convertimos el tener y el poder, como la razón de nuestra existencia, y no nos importa el cómo lograr dichos propósitos, ni a quien perjudicamos con tal de lograr tal fin.
Y en ese afán de tener, cada cosa nos parece insignificante al lado de lo que deseamos y no hay tiempo para ponerse a pesar en Dios y mucho menos para sus mensajes de fraternidad. Por eso es que los que no tienen nada o tienen poco bienes materiales, valoran grandemente la llegada de una ayuda, por muy poca cosa que sea. Lo lamentable es cuando ese sentimiento de agradecimiento se convierte en yugo de opresión, por parte del que da la dadiva.
Estamos en tiempo de adviento, el tiempo de la espera gozosa por el nacimiento de nuestro Salvador. Por eso hoy queremos darte gracia Señor por habernos convocado e irnos revelarnos paulatinamente Tu Palabra, que nos da sustento para la construcción de un mundo más justo, donde todos podamos disfrutar equitativamente de las bondades de Tu creación. Amen.