
Mateo 6, 1-6. 16-18: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo. Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. Tú, cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha: tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. Cuando ustedes recen, no imiten a los que dan espectáculo; les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará. Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello. No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Pasados los ruidos del Carnaval, comenzamos nuestra Cuaresma y el Papa Francisco en su mensaje nos habla del pasaje sobre Lázaro y el rico; y señala que la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. Aprovechemos pues, esta gran
oportunidad que Dios nos da para vivir su misericordia, en este tiempo tan importante para nosotros los cristianos como lo es la Cuaresma.
Nuestro caminar hacia la Pascua, lo iniciamos con la imposición de la ceniza y una propuesta clara y novedosa, ayuno y mortificación, acompañados de la limosna y la oración. Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, del Señor Jesús.
Esa propuesta clara y novedosa la encontramos en el Evangelio de Mateo capítulo 6, versículos 1 a 6 y 16 a 18. Jesús también confirma su doctrina con la recomendación: Cuídense de practicar su justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos.
El texto nos invita a tener comportamientos humildes: Cuando des limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, Cuando ores, no seas como los hipócritas, que les gustan orar en las sinagogas y por las calles, Cuando ayunen, no pongan cara triste. Estos comportamientos son sin duda una gran tentación incluso para aquellos que buscan la conversión sincera, en algunos casos, buscan de apoderarse de los dones de Dios, esperando reconocimiento y la recompensa de los demás.
Pero Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos con comportamientos egoístas que buscan el reconocimiento público, Él espera pacientemente que volvamos a Él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de amarnos y perdonarnos siempre. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere nuestra vida más humana y feliz.
Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua y de la Resurrección del Señor. Amen.
