LUCAS 21, 12-19: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos, Pero antes de que eso ocurra los tomarán a ustedes presos, los perseguirán, los entregarán a los tribunales judíos y los meterán en sus cárceles. Los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre, y ésa será para ustedes la oportunidad de dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preocuparse entonces por su defensa. Pues yo mismo les daré palabras y sabiduría, y ninguno de sus opositores podrá resistir ni contradecirles. Ustedes serán entregados por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y algunos de ustedes serán ajusticiados. Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Con todo, ni un cabello de su cabeza se perderá. Manténganse firmes y se salvarán”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo
En pleno discurso escatológico, iniciado en la lectura de ayer con el anuncio de la destrucción del Templo, y antes del anuncio de la destrucción de Jerusalén, Jesús parece abrir un gran paréntesis para dar algunas instrucciones específicas a los discípulos y prevenirlos sobre futuras hostilidades y persecuciones.
Este es el contenido del evangelio de hoy, Jesús previene, pero también les garantiza que ellos no deberán temer, ni tampoco planear la propia defensa, porque “Ni un hilo de sus cabellos va a perderse. Sigan firmes y serán salvados!”
Los discípulos pondrán en riesgo la propia vida, sufriendo acusaciones de los jefes y traición de los familiares, pero, Dios mismo será su defensa en virtud de la sabiduría interior que los anima: “Yo os daré sabiduría y elocuencia las cuales ningún adversario podrá resistir!”
Jesús es muy realista e insistente y no estaba equivocado! al decir que en el futuro su Iglesia y sus discípulos deberán estar preparados para enfrentar toda suerte de ataques y hostilidades, porque el mundo del mal se unirá contra ellos.
El Catecismo dice: “El discípulo de Cristo no debe solo guardar la fe y en ella vivir, sino que debe también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla. Todos deben estar dispuestos a confesar a Cristo ante los hombres y seguirlo en el camino de la Cruz, entre persecuciones que nunca faltan a la Iglesia!” (CIC n. 1816).
El consejo final de Jesús está en la línea de la perseverancia. La vida del cristiano debe estar anclada en el misterio pascual de Jesucristo, pues, el contenido de nuestra esperanza es la participación de la victoria de Cristo sobre el mal y sobre la muerte: “Así salvareis vuestras almas!”. Terminamos recordando la bienaventuranza: “Felices los que sufren persecuciones, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,10).