Juan 10, 31-42: “En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar los judíos tomaron piedras para tirárselas. Jesús les dijo: «He hecho delante de ustedes muchas obras hermosas que procedían del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?» Los judíos respondieron: «No te apedreamos por algo hermoso que hayas hecho, sino por insultar a Dios; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.» Jesús les contestó: « ¿No está escrito en la Ley de ustedes: Yo he dicho que son dioses? No se puede cambiar la Escritura, y en ese lugar llama dioses a los que recibieron esta palabra de Dios. Y yo, que fui consagrado y enviado al mundo por el Padre, ¿estaría insultando a Dios al decir que soy el Hijo de Dios? Si yo no hago las obras del Padre, no me crean. Pero si las hago, si no me creen a mí, crean a esas obras, para que sepan y reconozcan que el Padre está en mí y yo en el Padre.» Otra vez quisieron llevarlo preso, pero Jesús se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y se quedó allí. Mucha gente acudió a él, y decían: «Juan no hizo ninguna señal milagrosa, pero todo lo que dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él en ese lugar”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En el evangelio de hoy, Juan, capítulo 10, versículos 31 al 42, tenemos un nuevo conflicto entre Jesús y los judíos, en ocasión de otra visita de Jesús a Jerusalén, en la celebración de la fiesta de la Dedicación del Templo.
En el texto se retoma la intención de apedrear a Jesús, porque los judíos afirmaban que Jesús blasfemaba al afirmarse como Dios. Jesús, responde a la acusación, reforzando su condición divina: “Si hago las obras de mi Padre, crean a las obras, para que comprendan y sepan que el Padre está en mí, y yo en el Padre”.
Los jefes de Israel rechazan las obras de Jesús por considerarlas una amenaza a su prestigio y a su poder sobre el pueblo. No teniendo argumentos contra Jesús optan por la violencia buscando de prenderlo, Jesús se retira para la región desértica al lugar donde Juan Bautista había bautizado. Con esto el evangelista Juan muestra que las nuevas comunidades de Jesús están siendo constituidas fuera de Jerusalén.
En los textos del Evangelio de San Juan leídos estas últimas semanas, nos hace ver como los jefes religiosos de Israel perseguían a Jesús, y en la medida que Jesús avanza en la revelación de su misterio crece la oposición, el rechazo, y aumentan las ganas de matarlo. Estos textos preparan el desenlace final en la última semana vivida en Jerusalén, que es la semana de la Pascua judía.
El Dios de Israel es el dios del poder, de las elites religiosas y económicas de Jerusalén, que oprimen y matan para garantizar sus privilegios. Todo aquel que ve a Dios como legislador absoluto y poderoso no comprende la presencia del Hijo de Dios, todo amor y misericordia, encarnado entre los hombres y las mujeres, pobres y humillados.
La vida de Jesús, desde su nacimiento, es el gran don precioso de Dios a la humanidad, elevándola a la participación de su propia vida divina. Las obras de amor de Jesús Dan testimonio de Éll y el seguimiento de Jesús implica practicar estas obras.
Pidámosle claridad al Espíritu Santo para que nuestra fe en Jesús sea una fuente de vida que comunicamos a todas las personas que lo buscan, particularmente los más necesitados de este mundo. Y que la Semana Santa que se inicia este próximo domingo de Ramos nos lleve a una mayor comunión con Jesús de Nazaret, y con los más pobres y sufridos, a los cuales el Padre quiere comunicar su vida plena. Amen.