
Lucas 1, 26-38: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.» María entonces dijo al ángel: « ¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo. Para Dios, nada es imposible.» Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Hoy viernes 8 de diciembre, la Iglesia universal celebra la fiesta en honor a nuestra madre María, bajo la advocación de la inmaculada Concepción. Y muy especialmente los cristianos de la Diócesis de Ciudad Guayana, que el pasado 24 de noviembre cumplimos 38 años de haber sido creada por decisión del Papa San Juan Pablo II, en su carta apostólica “Cum Nos Domini Nostri”, que la tenemos a ella como nuestra Patrona. ¡En hora buena a Guayana y Salve a nuestra Madre, Purísima Concepción del Caroní!
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio según San Lucas, capítulo 1, versos 29 al 38. En el que evangelista el acontecimiento más grande de la historia, es decir la encarnación de la Palabra de Dios, es decir Jesús de Nazaret. Tal acontecimiento es relatado con mucha precisión por el autor sagrado, describiendo el tiempo: sexto mes, y el lugar: Nazaret, donde se desarrolla un diálogo trascendental, entre un Ángel llamado Gabriel, que es enviado por Dios y una joven doncella de nombre María, quien se impresiona no solo por la presencia del Ángel, sino también por la manera en que es tratada.
Después del asombro inicial, por parte de María, el Ángel, le explica el motivo de su visita, y la manera en cómo se realizará tal acontecimiento, y diciéndole que tal como su prima Isabel había quedado en cinta en una edad avanzada, ella quedaría se en cinta por intervención del Espíritu Santo. El diálogo se cierra con la maravillosa expresión Mariana: “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí, todo lo que tú has dicho”
Cuanta falta nos hace el tener un poco de la confianza de nuestra Madre María, para poder sobreponernos a las dificultades que nos presenta el día a día de nuestras vidas y entender el acontecimiento de Dios, que siendo Espíritu, se hace hombre, para que desde las limitaciones humanas enseñarnos que si es posible combatir a los males que acechan a la humanidad.
Al confrontarnos con el texto, podemos comprobar que Dios es el Señor de la historia y que se hace presente en un tiempo determinado, en el seno de una virgen, de corazón puro dispuesta a asumir dicho desafío y que tal como lo dijo Jesús, años más tarde, no fue tan dichosa porque lo acogió en su vientre y lo amamantó, sino porque hizo la voluntad del Padre. La otra enseñanza que podemos obtener de este texto es la de saber, que para quienes ponen su confianza en Dios, nada es imposible, y todo se realiza de acuerdo a sus designios.
Madrecita del alma querida, junta nuestras voces a la tuya, para corear: somos las esclavas y esclavos del Señor, cúmplase en nosotros y con nosotros, el acontecimiento redentor de la humanidad, y que todos los seres humanos, especialmente los que vivimos en Venezuela, saboreemos la dulzura de su Amor y su justicia. Amen.
