
En el sacrificio único de Jesús en la Cruz, realizado por amor a los hombres, encuentra plenitud todo intento humano por conseguir el perdón de los pecados, porque es el sacrificio eficaz, puro y santo, agradable a Dios.
En Jesucristo Sumó y eterno Sacerdote recordamos que por el Bautismo somos incorporados al Cuerpo de Cristo y con Él constituimos un pueblo sacerdotal, profético y real

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