“María nos permite comprender lo que significa ser discípulo de cristo”

 

En la vigilia con ocasión del Jubileo mariano, el Santo Padre indica que “María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas”,

La oración del rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia. La oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo”-

Rezando el rosario, se han recorrido los momentos fundamentales de la vida de Jesús, en compañía de María. La Resurrección “como signo del amor extremo del Padre que devuelve vida a todo y es anticipación de nuestra condición futura”. La Ascensión “como participación de la gloria del Padre, donde también nuestra humanidad encuentra un lugar privilegiado”. Pentecostés, “expresión de la misión de la Iglesia en la historia hasta el fin de los tiempos, bajo la guía del Espíritu Santo”. Además, en los dos últimos misterios se contempla a la Virgen María “en la gloria del Cielo, Ella que desde los primeros siglos ha sido invocada como Madre de la Misericordia”. Los misterios que contemplamos –ha explicado el Pontífice– son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, “volvemos a ver su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida”, ha precisado. Así, ha asegurado que “María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre”.

Ella, “la Madre que muestra el camino que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús” Cada vez que contemplamos un misterio de la vida de Cristo, “estamos invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida”, para luego “acogerlo y seguirlo”. Descubrimos así el camino que nos lleva a seguir a Cristo en el servicio a los hermanos” “Somos discípulos”, pero también “somos misioneros y portadores de Cristo allí donde Él nos pide estar presentes”. Por tanto, “no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros”,. Por el contrario, “estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia”. María “nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo”. Ella fue “elegida desde siempre para ser la Madre, aprendió a ser discípula”.

No basta sólo escuchar, que es sin duda el primer paso. Después lo que se ha escuchado “es necesario traducirlo en acciones concretas”. El discípulo, en efecto, “entrega su vida al servicio del Evangelio”.

“María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo”. En su fe, “vemos cómo abrir la puerta de nuestro corazón para obedecer a Dios”.  En su abnegación, “descubrimos cuánto debemos estar atentos a las necesidades de los demás”. En sus lágrimas, “encontramos la fuerza para consolar a cuantos sufren”. En cada uno de estos momentos, “María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas”.

El corazón de María, más que ningún otro, es un corazón humilde y capaz de acoger los dones de Dios. Y Dios, para hacerse hombre, la eligió precisamente a ella, a una simple joven de Nazaret, que no vivía en los palacios del poder y de la riqueza, que no había hecho obras extraordinarias. Para ser agradecidos hay que ser humildes, dice el Papa Francisco.

Preguntémonos si estamos dispuestos a recibir los dones de Dios o si, por el contrario, preferimos encerrarnos en las seguridades materiales, en las seguridades intelectuales, en las seguridades de nuestros proyectos.

Pidamos a la Virgen que nos ayude a comprender que todo es don de Dios, y a saber agradecer: entonces nuestra alegría será plena. Solamente aquel que sabe agradecer sube a la plenitud de la gloria