Monjas que rezan por nosotros y no tienen para comer

«Estamos pasando momentos difíciles, y no sabemos dónde acudir para pedir ayuda. Este año han entrado varias veces a robarnos, hemos tenido gastos que no sabíamos cómo cubrir, sólo tenemos nuestro único ingreso de la repostería de Navidades. El horno nos ha explotado dos veces este año. Llamamos a su puerta para pedir una ayuda económica. Sólo les pido lo que puedan. El Banco de alimentos no nos falta, comemos de lo que hay. El horno es nuestro único medio de subsistencia. No tenemos para acabar el año. Son momentos duros para todos, pero les pedimos lo que puedan. Estas Hermanas pobres siempre les quedarán agradecidas con su oración y sacrificio»: cartas como ésta se reciben con cierta frecuencia en la sede de Claune, el Instituto Pontificio de ayuda a los Claustros Necesitados.

España es un país privilegiado: casi un millar de monasterios albergan la plegaria y la vida entregada en clausura de más de 11.000 monjas y 495 monjes, lo que nos convierte en el país con mayor presencia consagrada orante, hasta un tercio de la vida contemplativa de todo el mundo. Sin embargo, «a veces hemos recibido llamadas de Prioras llorando porque no pueden dar de comer a sus hijas; y hay muchas monjas que viven del Banco de alimentos, y no es infrecuente. Si conociéramos bien las cuentas de muchos conventos, nos quedaríamos espantados», lamenta el padre Eleuterio López, Director de Claune.

Aunque todas las contemplativas se ganan el sustento mediante trabajos de orfebrería, artesanía, repostería, bordado, en la huerta…, la mayoría de monasterios sólo cuenta como ingresos fijos con la pensión de las Hermanas más ancianas, que ronda los 600 euros. En muchos de ellos, una decena de monjas sobrevive con las pocas pensiones de las más mayores.

Y, cuando una de esas Hermanas fallece, la comunidad se queda sin esos ingresos…

Desde su sede en Madrid, Claune atiende como puede las peticiones de ayuda para las necesidades más imperiosas de la vida monástica: máquinas de coser, obradores, camas para las enfermas, salvaescaleras, materiales de artesanía, reparaciones urgentes de los monasterios…, además de cursillos de formación, materiales audiovisuales con Ejercicios espirituales y libros, así como asistencia en casos de enfermedad y otras necesidades, como las cuotas de la Seguridad Social de las Hermanas más jóvenes.

«No es la actividad lo que transforma la Iglesia»

Hay quien dice con humor que Claune debería significar Claustros Necesarios, porque si hay algo imprescindible en el Cuerpo de Cristo son los miembros que oran y ofrecen por el resto del Cuerpo. Sin oración, el alma se seca; sin orantes, la Iglesia quedaría irreconocible. «Las monjas –dice el padre Eleuterio– dan a la Iglesia lo más eficaz: la oración y la vida entregada a Dios. Debemos convencernos de que no es la actividad lo que transforma la Iglesia. La Iglesia sólo tiene necesidad de santos; y la Iglesia no puede ser santa sin oración».

Además –continúa el padre Eleuterio–, «las monjas tienen un amor a la Iglesia que no veo en otros sitios, con mucho amor sobre todo al sacerdocio; hay monjas que han ofrecido su vida por los sacerdotes. Y no sólo oración, sino muchas renuncias».

Junto a ello, la vida en clausura desdice la falsa impresión de una huida para escapar a los problemas habituales de todos los mortales. «A algunos les resulta difícil de entender la clausura. No es una prisión, sino que es más libertad para Dios. Las monjas son intercesoras para Dios en favor de los hombres. Ellas están muy al tanto de lo que pasa en el mundo, y rezan por todo lo que pasa fuera, no sólo en la Iglesia, sino en la sociedad en general. No hay problema fuera que ellas no lleven a la oración», dice el padre Eleuterio.

Hoy, sus problemas son nuestros problemas. Los contemplativos son el frente de batalla de la Iglesia y hoy necesitan ayuda. Nuestra ayuda.

Publicado en Alfa y Omega, por Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo