“Dios nos salva haciéndose pequeño, cercano y concreto”, aseguró hoy el Papa Francisco, en su homilía en la multitudinaria Misa celebrada en el exterior Santuario de la Virgen Negra de Czestochowa, en el segundo día de su visita apostólica a Polonia durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Cracovia 2016.
El Santo Padre llegó al santuario mariano alrededor de las 9:30 a.m. (hora local) y rezó unos minutos ante la imagen de la Virgen, patrona de Polonia, en su capilla. En el exterior del templo se congregaron alrededor de 500.000 fieles y peregrinos, según los organizadores de la JMJ.
En la Misa, celebrada con ocasión de los 1050 años del Bautismo de Polonia, el Santo Padre destacó que “el Señor, ‘manso y humilde de corazón’, prefiere a los pequeños, a los que se ha revelado el Reino de Dios; estos son grandes ante sus ojos, y a ellos dirige su mirada”.
Entre los asistentes a la celebración eucarística se encontraba elpresidente de Polonia, Andrzej Duda, católico practicante abiertamente opuesto al aborto, el llamado “matrimonio” homosexual y la fertilización in vitro (FIV).
Esta predilección de Dios por los pequeños, explicó, se debe a que “se oponen a la ‘soberbia de la vida’, que procede del mundo”.
“Los pequeños hablan su mismo idioma: el amor humilde que hace libres. Por eso llama a personas sencillas y disponibles para ser sus portavoces, y les confía la revelación de su nombre y los secretos de su corazón”.
Francisco destacó el ejemplo de “tantos hijos e hijas” de Polonia, “que han hecho resplandecer la fuerza inerme del Evangelio”. Entre ellos, el Papa recordó a San Juan Pablo II y a Santa Faustina Kowalska, vidente del Señor de la Divina Misericordia.
El Santo Padre destacó también que sorprende particularmente “cómo se realiza la venida de Dios en la historia: ‘nacido de mujer’. Ningún ingreso triunfal, ninguna manifestación grandiosa del Omnipotente: él no se muestra como un sol deslumbrante, sino que entra en el mundo en el modo más sencillo, como un niño dado a luz por su madre”.
“Ahora como entonces, ‘no viene con ostentación’, sino en la pequeñez, en la humildad”.
Al referirse al Evangelio de hoy, sobre las Bodas de Caná, el Papa destacó que el milagro que realiza Jesús “no ha sido un gesto asombroso realizado ante la multitud, ni siquiera una intervención que resuelve una cuestión política apremiante, como el sometimiento del pueblo al dominio romano”.
“Se produce más bien un milagro sencillo en un pequeño pueblo, que alegra las nupcias de una joven familia, totalmente anónima”.
Sin embargo, destacó, “el agua transformada en vino en la fiesta de la boda es un gran signo, porque nos revela el rostro esponsalicio de Dios, de un Dios que se sienta a la mesa con nosotros, que sueña y establece comunión con nosotros”.
Francisco subrayó que “ser atraídos por el poder, por la grandeza y por la visibilidad es algo trágicamente humano, y es una gran tentación que busca infiltrarse por doquier; en cambio, donarse a los demás, cancelando distancias, viviendo en la pequeñez y colmando concretamente la cotidianidad, esto es exquisitamente divino”.
Dios además “es cercano”, dijo el Papa, pues “el Señor no desea que lo teman como a un soberano poderoso y distante, no quiere quedarse en un trono en el cielo o en los libros de historia, sino que quiere sumirse en nuestros avatares de cada día para caminar con nosotros”.
“Es bello sobre todo agradecer a Dios, que ha caminado con vuestro pueblo, llevándolo de la mano y acompañándolo en tantas situaciones. Es lo que siempre estamos llamados a hacer, también como Iglesia: escuchar, comprometernos y hacernos cercanos, compartiendo las alegrías y las fatigas de la gente, de manera que se transmita el Evangelio de la manera más coherente y que produce mayor fruto: por irradiación positiva, a través de la transparencia de vida”.
Como tercer punto, el Santo Padre señaló que “Dios es concreto”, pues “el Verbo se hace carne, nace de una madre, nace bajo la ley, tiene amigos y participa en una fiesta: el eterno se comunica pasando el tiempo con personas y en situaciones concretas”.
La historia de Polonia, señaló, “impregnada de Evangelio, cruz y fidelidad a la Iglesia, ha visto el contagio positivo de una fe genuina, transmitida de familia en familia, de padre a hijo, y sobre todo de las madres y de las abuelas, a quienes hay mucho que agradecer”.
El Papa alentó luego a volver los ojos a la Virgen María, que es “la escalera que Dios ha recorrido para bajar hasta nosotros y hacerse cercano y concreto; es ella el signo más claro de la plenitud de los tiempos”.
“En la vida de María admiramos esa pequeñez amada por Dios”, dijo, y aseguró que el Señor “se complació tanto de María, que se dejó tejer la carne por ella, de modo que la Virgen se convirtió en Madre de Dios”.
Al finalizar su homilía el Santo Padre precisó que “de poco sirve el paso entre el antes y el después de Cristo, si permanece sólo como una fecha en los anales de la historia”.
Por ello, Francisco alentó a que “pueda cumplirse, para todos y para cada uno, un paso interior, una Pascua del corazón hacia el estilo divino encarnado por María: obrar en la pequeñez y acompañar de cerca, con corazón sencillo y abierto”.
Al finalizar la celebración de la Misa, el Arzobispo Metropolitano de Gniezno y Primado de Polonia, Mons. Wojciech Polak, recordó que 50 años atrás, con ocasión de la celebración de los mil años del Bautismo de Polonia, en ese mismo lugar sobre el altar “dominaba el trono pontificio con un bouquet de rosas blancas-amarillas para significar la ausencia del entonces Pontífice Pablo VI”.
“El retrato del Papa, a quien las autoridades comunistas le negaron el permiso para venir, acompañaba el rezo alzado en cada ángulo de nuestro país”, recordó.
Mons. Polak subrayó que la Iglesia en Polonia “siempre sedienta de la palabra y la presencia del Sucesor de San Pedro, agradece hoy con todo el corazón al Señor, y te agradece amado Padre Santo, que estés en medio de nosotros, para reforzarnos, a tus hermanos, y al mismo tiempo ayudarnos a retornar al primer amor”.