El Papa Francisco presidió su primeraMisa en Cuba ante cientos de miles de personas reunidas en la Plaza de la Revolución de La Habana. En su homilía reflexionó sobre el sentido del servicio cristiano, recordó que no se sirve a ideas sino a personas y solo quien sirve puede “ser grande”.
En presencia de diversos jefes de estado y acompañado de una gran cantidad de obispos cubanos, Estados Unidos y de otros países, el Santo Padre meditó sobre el pasaje del Evangelio en el que los discípulos discuten sobre quién es el más importante.
“No podemos escapar a esta pregunta, está grabada en el corazón. Recuerdo más de una vez en reuniones familiares preguntar a los hijos: ¿A quién querés más, a papá o a mamá? Es como preguntarle: ¿Quién es más importante para vos? ¿Es tan solo un simple juego de niños esta pregunta? La historia de la humanidad ha estado marcada por el modo de cómo se responde a esta pregunta”, dijo el Papa.
El Pontífice llegó a la Plaza de la Revolución media hora antes del inicio de la Misa para saludar y compartir algunos momentos con los asistentes. Durante la Eucaristía, dio la Primera Comunión a cinco niños cubanos.
Para que el día a día “tenga cierto sabor a eternidad”, prosiguió el Papa, es importante tener en cuenta lo que dice el Señor: “«Quien quiera ser el primero, importante, que sea el último de todos y el servidor de todos». Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”.
Acompañado de una alegre música interpretada por una gran orquesta y un imponente coro, el Pontífice explicó que “esta es la gran paradoja de Jesús. Los discípulos discutían quién ocuparía el lugar más importante, quién sería seleccionado como el privilegiado. Eran los discípulos, los más cercanos a Jesús y discutían sobre eso. Quién estaría exceptuado de la ley común, de la norma general, para destacarse en un afán de superioridad sobre los demás. Quién escalaría más pronto para ocupar los cargos que darían ciertas ventajas. Jesús les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Es decir, sirviendo”.
El Papa Francisco explicó que servir significa “cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos estamos invitados a desarrollar”.
“Son personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, son las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar y a servir. Porque ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles”.
No servirse “de los demás”
Francisco advirtió luego sobre un tipo de servicio que no es el de Jesús: “hay un «servicio» que sirve; pero debemos cuidarnos del otro servicio, de la tentación del «servicio» que «se» sirve de los otros. Hay una forma de ejercer el servicio que tiene como interés el beneficiar a los «míos», en nombre de lo «nuestro». Ese servicio siempre deja a los «tuyos» por fuera, generando una dinámica de exclusión”.
El Papa también pidió “cuidarnos de la mirada enjuiciadora y animarnos a creer en la mirada transformadora a la que nos invita Jesús. Este hacernos cargo por amor no apunta a una actitud de servilismo, por el contrario, pone en el centro la cuestión al hermano: el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la «padece» y busca su promoción como ser humano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas”.
Tras recordar la vocación del pueblo de Cuba que “tiene gusto por la fiesta, por la amistad, por las cosas bellas” y que “sabe estar con los brazos abiertos, que marcha con esperanza, porque su vocación es de grandeza” a pesar de las heridas, el Pontífice invitó a los fieles a cuidar “esa vocación, a que cuiden estos dones que Dios les ha regalado, pero especialmente quiero invitarlos a que cuiden y sirvan, de modo especial, la fragilidad de sus hermanos”.
“No los descuiden por proyectos que puedan resultar seductores, pero que se desentienden del rostro del que está a su lado. Nosotros conocemos, somos testigos de la «fuerza imparable» de la resurrección, que «provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo»”, exhortó.
Para concluir el Papa exhortó a no olvidar “la Buena Nueva de hoy: la importancia de un pueblo, de una nación; la importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos. En eso encontramos uno de los frutos de una verdadera humanidad. Porque queridos hermanos y hermanos: «Quien no vive para servir, no sirve para vivir»”.