EVANGELIO DEL DÍA LUNES 11 DE JULIO DEL 2016   

              

 

  Mateo 10, 34-11,1: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “no piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada. Pues he venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra. Cada cual verá a sus familiares volverse enemigos. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.  El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es digno de mí. El que vive su vida para sí la perderá, y el que sacrifique su vida por mi causa, la hallará. El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa digna de un profeta. El que recibe a un hombre justo por ser justo, recibirá la recompensa que corresponde a un justo. Asimismo, el que dé un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, porque es discípulo, no quedará sin recompensa: soy yo quien se lo digo.» Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí para predicar y enseñar en las ciudades judías”

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

Al concluir Jesús de dar sus instrucciones a los misioneros, al final del capítulo 10, Mateo reúne, en su evangelio, otros dichos de Jesús sobre la paz, sobre la familia,  y sobre la acogida a los misioneros. En una perspectiva de contradicción con la paz de los poderosos de este mundo, Jesús proclama: “No piense que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada”. La palabra de la verdad trae la paz, pero provoca divisiones de parte de aquellos que se esconden en las tinieblas. Anteriormente, Jesús, al enviar a sus discípulos a la misión, les encomendó llevar la paz a los hogares que los recibieran.

En  el evangelio de Juan, Jesús afirma: “La paz les dejo, mi paz les doy, no como el mundo la da”. La paz del mundo es la paz del imperio, ya sea la paz del antiguo imperio romano o el actual imperio del mercado global. Se hacen guerras de conquista, incluso, sobre los escombros de la guerra, y se decreta la paz de la sumisión al imperio. Es la paz que establece una cultura individualista, excluyente, ambiciosa del dinero y llena de violencia.

La propia familia está sometida a la influencia de esta cultura negativa, muchas veces resistiendo al mensaje de Jesús. La ruptura con los valores tradicionales y el pacto con este mundo, hacen que la opción y el servicio en el amor, genere conflictos y divisiones. Sin embargo, por encima de cualquier lazo consanguíneo familiar, está el amor de Jesús, conforme a sus palabras: “Aquel que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. Y aquel que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mi.”

Con su sentencia: “Aquel que entrega su vida a este mundo la pierde, pero quien la entrega por causa de Jesús, la salvará”, Jesús revela que despreciar las seducciones de suceso y enriquecimiento en este mundo y comprometerse con el proyecto de Dios es el camino de la vida eterna.  En conclusión Jesús afirma que quien acoge al menor de sus discípulos, lo acoge a Él, indicando que las comunidades deben acoger con confianza al misionero enviado por Él.

Seducidos por el amor de Jesús, construyamos la paz que conduce a la práctica de la justicia, de la solidaridad y del compartir fraterno. Y que la paz de Jesús esté en nuestros  corazones, libre de toda opresión y  en comunión de amor y vida con todos nuestros hermanos. Amen.