
Lucas 1, 39-47: “En aquellos días, María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!» María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia nos invita a celebrar hoy la fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona principal de América Latina. A nuestra «madre del cielo morena», que nos fue dada como una valiosa protección le confiamos nuestros pueblos latinoamericanos que sufren las indolencias de sistemas y nudos de poder que se niegan a mirar hacia ellos.
Y nuestra liturgia nos invita a meditar el Evangelio de Lucas, capítulo 1, versículos 39 a 47, que nos narra la visita de María a su prima Isabel. María es servicial y cuida a su prima Isabel durante tres meses, hasta el nacimiento de Juan el Bautista, el precursor de Jesús. Lejos de buscar privilegios, María está dispuesta a servir. Isabel es la primera en cantar alabanzas de María: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí? Bendita tú, que has creído que cumplirían cuanto fue anuncia de parte de nuestro Señor».
La costumbre social dice que la menor saluda a la mayor, el servidor va hasta su señor. La visita de María invierte estas costumbres, y revela las características del modo de actuar de Dios y Jesús. Isabel también anticipa la identificación de Jesús como Señor, título del resucitado. El encuentro de la joven María con la anciana Isabel es también el primer encuentro entre los dos niños. Aún en el seno materno, Juan Bautista reconoce al Mesías y se alegra con él. Isabel entiende la señal y la convierte en la primera en bendecir María y a su hijo. La respuesta de María es un verdadero canto de acción de gracias y de alabanza. María alaba a Dios y le agradece por lo que Israel va a recibir en cumplimiento de las promesas que el Señor hizo a los antepasados, reconociendo el amor de Dios por los pobres y oprimidos.
El Francisco dice que «las personas van a los santuarios marianos como peregrinos para ver a María y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fortaleza de Dios para soportar los sufrimientos y las luchas de la vida y, al igual que San Juan Diego, María les ofrece la caricia de su consuelo materno «(EG n. 286).
Con María, también nosotros rezamos: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador.» Pidámosle a Dios que nos manifiesta plenamente su misericordia y nos salve a través de la encarnación de su Hijo Jesús. Y que la Virgen de Guadalupe nos proteja y nos haga crecer en santidad, justicia y paz. Amen.
