
JUAN 8,12-20:” En aquel tiempo Jesús dijo a los fariseos: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida.» Los fariseos replicaron: «Estás hablando en tu propio favor; tu testimonio no vale nada.» Jesús les contestó: «Aunque yo hable en mi favor, mi declaración vale, porque yo sé de dónde he venido y adónde voy. Ustedes son los que no saben de dónde he venido ni adónde voy. Ustedes juzgan con criterios humanos; yo no juzgo a nadie. Y si yo tuviera que juzgar, mi juicio sería válido, porque yo no estoy solo; el Padre que me envió está conmigo. En la Ley de ustedes está escrito que con dos personas el testimonio es válido. Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me ha enviado da testimonio de mí.» Le preguntaron: « ¿Dónde está tu Padre?» Jesús les contestó: «Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre.» Jesús dijo estas cosas en el lugar donde se reciben las ofrendas, cuando estaba enseñando en el Templo, pero nadie lo tomó preso, porque aún no había llegado su hora”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El evangelio de hoy: Juan, capítulo 8, versículos del 12 al 20, nos narra un diálogo entre Jesús, los escribas y fariseos, en Jerusalén, en ocasión de la fiesta de las Tiendas, luego de haber perdonado a una mujer acusada de adulterio por los jefes religiosos.
Al inicio Jesús hace su proclamación: “Yo soy la luz del mundo. Quien me sigue no andará en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Entonces le dijeron: “Tu das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es válido” y Jesús les dice: “Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido, pero mi testimonio es verdadero, porque yo no estoy solo, sino que el Padre que me envió… está conmigo y da testimonio de mi”. Entonces le preguntaron: “¿Dónde está tu Padre?”. Jesús les responde: “Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran, conocerían también al Padre”.
En este relato, Juan presenta el conflicto entre los fariseos con Jesús, en un diálogo de confrontación y con mucha agresividad. Es la fiesta de las Tiendas, en la cual Jesús estaba presente, eran encendidas grandes linternas para iluminar: la luz simbolizaba la era mesiánica, en la que no existiría ya distinción entre el día y la noche. Jesús se identifica con esta luz que viene para todo el mundo y no solamente para Israel.
El testimonio de Jesús, que es el testimonio del Padre, es confrontado por los fariseos, apegados al Templo y al Tesoro. En la última cena, Jesús mantendrá un amoroso diálogo con sus discípulos, revelándoles su comunión con el Padre, declarándoles: “Quien me ve a mí, ve al Padre… Las palabras que les digo, no las digo por mí mismo, sino que el Padre permanece en mí y yo en él, y quien permanece en mí, realiza sus obras…”
En el evangelio de Juan son innumerables las autoproclamaciones de Jesús: Yo soy… el pan de vida, el pan bajado del cielo, yo soy la luz del mundo, yo soy la puerta de las ovejas, el buen pastor, la resurrección, el camino, la verdad y la vida… Con estas proclamaciones Jesús se revela como el Dios íntimamente presente en el mundo, en la vida de las personas, relacionándose de manera simple y común con hombres, mujeres, y niños.
Que el Dios de la Verdad y de la Vida nos ilumine en el cuidado de la creación y en la lucha por la justicia, para los más pobres y necesitados. Y que el Dios de la verdad sea una presencia constante en nuestras vidas, iluminándonos el camino hacia la felicidad. Amen
