EVANGELIO DEL DÍA LUNES 20 DE NOVIEMBRE DEL 2017

 

Lucas 18,35-43: “En aquel tiempo, cuando Jesús, se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello, y le dieron la noticia: ¡Es Jesús, el nazareo, que pasa por aquí! Entonces empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le levantaron la voz para que se callara, pero él gritaba con más fuerza: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajeran, y cuando tuvo al ciego cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Le respondió: «Señor, haz que vea.» Jesús le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado.»  Al instante el ciego pudo ver. El hombre seguía a Jesús, glorificando a Dios, y toda la gente que lo presenció también bendecía a Dios”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

La Iglesia Universal celebra hoy, entre otros Santos, la fiesta en honor a San. Octavio, soldado de la legión tebana, grupo especial del ejercito del imperio romano. Fue un valiente soldado, pero mucho más valiente cuando se hizo soldado de Cristo, en defensa de la fe. Murió mártir en el siglo III, cuando las persecuciones arreciaron.,

Por su parte la liturgia diaria nos invita a meditar el Evangelio según San Lucas capítulo 18 versos del 35 al 43. En el que evangelista nos relata el encuentro de Jesús con el ciego de Jericó. Como es habitual en la narrativa Lucana, es un texto con mucha acción. El ciego estaba sentado al borde del camino, percibe el paso de Jesús y tiene dificultad para acercarse a Él. Aparte de su ceguera, tiene otro obstáculo, ya que la gente no le ayuda, solo le informa sobre lo que está pasando y lo conminan a no gritar.

Pero el necesitado, chilla más fuerte, apelando al “hijo de David”, título mesiánico que le da confianza. Jesús se detiene, le llama y le pregunta que quiere. El diálogo es chispeante: el ciego quiere ver y el Maestro accede enseguida, recobra tu vista tu fe te ha salvado. Al pobre ciego se le concede más de lo pedido, y todo el cuadro parece transformarse: el invidente con su vista recuperada, se convierte en un seguidor de Jesús y la masa pasa a ser “pueblo de Dios”, a quien alaba, es como si la ceguera hubiera desaparecido de todos.

Al confrontarnos con el texto, podemos decir que la Palabra nos invita a agudizar la mirada para ver las cosas desde la óptica de Dios, y desde los que anhelan compasión humana, ya que en una sociedad como la nuestra caracterizada por la imagen y “el marketing”, nuestras miradas se han vuelto especialistas en valorar cosas y situaciones intrascendentes, en detrimento de lo necesario para el bienestar colectivo. Personal y comunitariamente nos es urge, romper con nuestra indiferencia y voltear la mirada para poder atender solícitamente a las situaciones y personas que anhelan justicia, compasión, y dignificación.

Pidámosle a Dios que nos conceda el discernimiento necesario para poder decirle: haz Señor que nuestros ojos, tal vez entrecerrados o adormilados, perciban Tu presencia bienhechora, en cada uno de nuestros semejantes, especialmente en los más desposeídos, de modo que sigamos alabando Tu bondad y aclamando Tu gloria.  Amen.