EVANGELIO DEL DÍA LUNES 3 DE ABRIL DEL 2017

 

Juan 8, 1-11: “En aquel tiempo Jesús, se fue al monte de los Olivos. Al amanecer estaba ya nuevamente en el Templo; toda la gente acudía a él, y él se sentaba para enseñarles. Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: «Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú ¿qué dices?» Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra.» Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él. Entonces se enderezó y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, señor.» Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

En la liturgia diaria, se presenta hoy en el evangelio de Juan, capítulo 8, versículos 1 a 11, una admirable narración que revela el amor misericordioso de Jesús. Se encontraba Jesús en Jerusalén al amanecer se dirige al Templo. Jesús pasará la noche en el Monte de los Olivos, en oración. De madrugada vuelve al templo, para encontrar a los peregrinos que llegaban a la ciudad y comunicarles su palabra. Los escribas y los fariseos, conocedores de la práctica misericordiosa de Jesús buscan intencionalmente agarrar a Jesús en alguna palabra contra la ley.

Los escribas y fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio e interrogaban a Jesús sobre su opinión, porque la Ley de Moisés ordenaba que en tales casos la mujer debería ser apedreada hasta morir. Jesús no responde, se inclinó y se puso a escribir, simulando indiferencia.

Como ellos insistían en interrogarlo, Jesús se levanta y les dijo: Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra. Se inclinó, de nuevo, y siguió escribiendo en el suelo. Los escribas y fariseos, al oír estas palabras de Jesús, se fueron retirando uno tras otro, empezando por los más viejos.

Si la mujer era una adúltera, algún hombre había sido su compañero en este adulterio. Jesús les toca la conciencia y se van retirando, a partir de los más viejos. Comúnmente los códigos de moralidad presentan trazos de hipocresía, sirviendo para la auto-afirmación de los que aparentan ser íntegros.

Por la conversión se abandonan los falsos valores del mundo, tales como riqueza, poder y prestigio, y son asumidos los nuevos valores del Reino, humildad, misericordia, y justicia. Más que las censuras y condenaciones, es el amor misericordioso que toca los corazones y los mueven a la conversión.

Pidamos a Dios que transforme nuestro corazón a semejanza del corazón de Jesús, lleno de ternura y acogida. Y renovados por el amor de Dios, seamos solidarios con los más pobres y excluidos de nuestra sociedad, comunicando-les este amor misericordioso de nuestro creador. Amen.