
Juan 8, 21-30: “En aquel tiempo Jesús les dijo a los judíos: «Yo me voy y ustedes me buscarán. Pero ustedes no pueden ir a donde yo voy y morirán en su pecado.» Los judíos se preguntaban: « ¿Por qué dice que a donde él va nosotros no podemos ir? ¿Pensará tal vez en suicidarse?» Pero Jesús les dijo: «Ustedes son de abajo, yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que morirán en sus pecados. Yo les digo que si ustedes no creen que Yo soy, morirán en sus pecados.» Le preguntaron: «Pero ¿quién eres tú?» Jesús les contestó: «Exactamente lo que acabo de decirles. Tengo mucho que decir sobre ustedes y mucho que condenar, pero lo que digo al mundo lo aprendí del que me ha enviado: él es veraz.» Ellos no comprendieron que Jesús les hablaba del Padre. [28] Y añadió: «Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que sólo digo lo que el Padre me ha enseñado. El que me ha enviado está conmigo y no me deja nunca solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él.» Esto es lo que decía Jesús, y muchos creyeron en Él”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En estas dos últimas semanas de Cuaresma que anteceden a Semana Santa, la liturgia nos viene presentando textos del evangelio de Juan que narran varios conflictos que ocurren entre Jesús y las autoridades religiosas de Jerusalén.
San Juan, en su evangelio, menciona cinco viajes de Jesús a Jerusalén, todos en ocasión de la realización de las principales fiestas en torno al templo. Las narraciones de conflictos con Jesús apuntan para la denuncia de la distorsión que caracteriza la religión oficial del templo. Se abandona al Dios de amor para dar lugar
a las observancias legales que favorecen el enriquecimiento de las elites religiosas marginando al pueblo.
El evangelio de hoy, Juan, capítulo 8, versículos 21 al 30, narra un diálogo entre Jesús y los líderes judíos. Jesús se encuentra en Jerusalén, en ocasión de la celebración de la fiesta de las Tiendas. El Tesoro era un anexo al templo, en el que se acumulaban las inmensas riquezas, a partir de la cobranza de los impuestos del templo.
Jesús inicia sus palabras con una advertencia: “Yo me voy, y ustedes me buscarán; sin embargo morirán en su pecado”. Con estas palabras, dichas en la proximidad del Tesoro del templo, Jesús denuncia el pecado de la ambición del dinero y del poder. Ciegos por esta ambición, los jefes religiosos culminan su pecado buscando la muerte de Jesús.
Con su declaración, “ustedes son de aquí abajo y yo soy de lo alto, ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo”, Jesús afirma su origen divino, siendo, con todo, rechazado por los jefes religiosos del Templo y de las sinagogas, que son del mundo de la ambición y del poder. Jesús no habla de su muerte, sino de su “elevación”. Es la plenitud de su ministerio, con la donación continua de su vida, sin miedo a la muerte articulada por los poderosos de Israel y del imperio Romano.
En Jesús, el “Hijo del Hombre”, Hijo de Dios, la humanidad es “elevada” a la participación de la vida divina. Estar con el Padre, hacer lo que le agrada, es nuestra vocación. Estamos llamados a consagrar nuestra vida haciendo la voluntad del Padre y, así, con Jesús, participar de la vida eterna. Pidámosle al Espíritu Santo que su fe en Jesús acreciente nuestro sentido de solidaridad, particularmente con los hermanos más pobres y necesitados, y que nos dediquemos al rescate y cuidado de la vida en este mundo. Amen.
