
Marcos 6, 53-56: “En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, llegaron a Genesaret y amarraron allí la barca. Apenas se bajaron, la gente lo reconoció, y corrieron a dar la noticia por toda aquella región. Empezaron a traer a los enfermos en sus camillas al lugar donde él estaba, y en todos los lugares a donde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia Universal celebra hoy, entre otros Santos, la fiesta en honor a Santa Águeda, virgen y mártir. Nació en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230, En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propone enamorar a Águeda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo. El gobernador le manda destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Muere el 5 de febrero del año 251.
Por su parte la liturgia diaria nos invita a meditar el Evangelio según San Marcos capítulo 6 versos del 53 al 56. En el que se narra la llegada de JESÚS y sus discípulos a la región de Genesaret donde les esperaba una intensa jornada misionera. La perícopa se inicia con la expresión: “terminada la travesía”, que nos conecta con el episodio precedente narrado en este capítulo en el que se vio el dominio del Señor sobre todos los elementos: el viento, las olas, caminar sobre las aguas, invitando a Pedro para que hiciera lo mismo, quien lo hizo mientras sostuvo la confianza en JESÚS.
Seguidamente la narrativa de Marco nos invita hoy a discernir un tema importantísimo en la misión de JESÚS: Él no se limita a la Predicación o la enseñanza, sino que va más allá, su acción incluye el contacto con las personas, especialmente con los enfermos y necesitados. Y es que la presencia de JESÚS, tiene el poder de sanar y transformar las mentes y los corazones de las personas, porque sus Palabras no son solo de adoctrinamiento o de teorías, sino de Salvación.
JESÚS alienta a sus seguidores para que sepamos que la solidaridad debe de ser una actitud habitual entre la gente, que nos permita estar alejados de los prejuicios sociales y los escrúpulos religiosos. Ya que el amor universal de todo el género humano es para JESÚS, una forma de ser y no solo una doctrina. Las transformaciones que JESÚS propone comienzan con lo más básico del ser humano: la salud física, mental, y espiritual. Encontrar a JESÚS, supone aprender a sanar todas las heridas causadas por la sociedad, la familia, incluso la misma religión.
Pertinente es destacar que en la época en que JESÚS, vivió su vida terrena, había unas limitaciones previstas para el contacto físico entre sanos y enfermos, principalmente por motivos religiosos y no tanto por motivos de salud o higiene. La acción de JESÚS, no solo busca suscitar un cambio de actitud, sino el que se incluya al enfermo como un miembro principalísimo de la sociedad por el que hay que velara a toda hora.
La Sagrada Escritura nos presenta a Dios, como el Ser Trascendente que le pone orden a todo con la fuerza de Su Palabra. En este Evangelio se nos describe la continuación de esa obra creadora: ahora es la Palabra encarnada, JESÚS, que pone orden en las cosas desajustadas por la enfermedad, la debilidad, la carencia etc., volviéndolo todo en cierto modo a su bondad originaria. Para ello además de reconocerle y buscarle, muy conveniente para todos sería el de asumir su mandato de misericordia para el servicio a los enfermos que cada día necesitan de nosotros.
Suscita en nosotros Señor, el deseo de acercarnos a Ti, de tocar aunque sea la orla de Tu manto, para que experimentemos Tu Presencia Salvadora en el día a día de nuestras vidas, especialmente en el compartir con nuestros semejantes aquejados Amen.
