Marcos 7,14-23: “En aquel tiempo Jesús volvió a llamar a la gente y empezó a decirles: «Escúchenme todos y traten de entender. Ninguna cosa que de fuera entra en la persona puede hacerla impura; lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella. El que tenga oídos, que escuche.» Cuando Jesús se apartó de la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre lo que había dicho. Él les respondió: « ¿También ustedes están cerrados? ¿No comprenden que nada de lo que entra de fuera en una persona puede hacerla impura? Pues no entra en el corazón, sino que va al estómago primero y después al basural.» Así Jesús declaraba que todos los alimentos son puros. Y luego continuó: «Lo que hace impura a la persona es lo que ha salido de su propio corazón. Los pensamientos malos salen de dentro, del corazón: de ahí proceden la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. Todas estas maldades salen de dentro y hacen impura a la persona”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San Teodoro de Amasea, Turquía, fue uno de los santos militares griegos del siglo IV. Nació en Asia Menor a mediados del siglo III. Fue un general del ejército romano, convertido al cristianismo. Su martirio es conocido como la pasión de San Teodoro.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Jesús, según San Marcos capítulo 7, versos del 14 al 23, donde se relata el mensaje que JESÚS, le da al pueblo sobre lo que verdaderamente debían considerar como impuro y en una segunda parte la explicación en privado que JESÚS, le da a sus discípulos para que puedan entender de una mejor manera lo que le había dicho a toda la comunidad. JESÚS, propone una especie de parábola o frase de sentido misterioso, y como en otras oportunidades, el evangelista Marco, resalta que el Maestro se reserva la interpretación de sus Palabras, solo para sus discípulos.
Es la respuesta a lo que la casta sacerdotal al regreso del destierro, con la reconstrucción del Templo y de todo el ordenamiento litúrgico, habían impuesto sacrificios de purificación por el pecado de contaminación, por ejemplo después del parto (Lv 15, 19-24); o la de la cura de una hemorragia (Lv 15, 25-30); por supuesto que una parte de estas ofrendas era para los sacerdotes (Lv 5,13). Las mujeres eran las que más debían soportar estas cargas impositivas para recuperar su pureza. Una mujer durante sus reglas o cualquier persona que tuviese hemorragias eran tenidas por impuras durante un determinado número de días, y nadie debía ni tocarlas siquiera.
Y es que en la religión judía, un punto muy importante era mantenerse puro, pues no se podía participar en el culto sin poseer ese estado de pureza. La palabra pureza no tenía para ellos el mismo sentido que le damos ahora. Hombre puro era el que no se había contaminado, ni siquiera por inadvertencia, con alguna de las cosas prohibidas por la Ley. Por ejemplo, la carne de cerdo y de conejo era considerada impura: no se debía comer.
La otra consideración que debemos traer a colación para nuestra reflexión de hoy, es la de incluir ese órgano tan vital para la vida de todos los seres vivos, como lo es el corazón y que en el lenguaje bíblico, es la sede de los pensamientos y afectos, donde se fraguan las motivaciones de la conducta humana.
Por eso es que JESÚS, invierte la Ley. Lo impuro no viene más de afuera hacia adentro como lo enseñaban los maestros de la Ley, sino de dentro hacia afuera. Por lo tanto la pregunta no es si tal alimento o bebida es pura o impura, sino, si lo que sale del corazón es puro. JESÚS coloca lo impuro y lo puro en otro nivel, en el nivel del comportamiento ético, se rompe así con las barreras que impedían a los pobres llegar a estar cerca de Dios, porque al no tener para pagar el impuesto no podían estar en el Templo y en consecuencia no podían hacer ninguna celebración litúrgica.
Purifica Señor nuestros corazones para poder mirar con esperanza estos momentos de extrema aflicción que vive el pueblo de Venezuela y la rabia de muchos y la indiferencia de otros, la convirtamos en fuente de unción donde se deslastre todas las impurezas que nos esclavizan. Amen.