
Lucas 7, 19,23: “En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulo a preguntar a Jesús: « ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Los hombres, al llegar donde Jesús, dijeron: «Juan Bautista nos envía a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» En ese momento Jesús curó a varias personas afligidas de enfermedades, de achaques y de espíritus malignos y devolvió la vista a algunos ciegos. Contestó, pues, a los mensajeros: «Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una buena nueva llega a los pobres. Y ¡dichoso aquél para quien yo no soy un motivo de escándalo!»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En el Evangelio de hoy tenemos una escena muy humana, pero inesperada: Juan Bautista, primo, amigo y precursor de Jesús, revela un momento de duda e incertidumbre: envía dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: «¿Eres tú el que debe venir, o debemos esperar a otro?” Entendamos que Juan el Bautista no quería provocar una confrontación o un conflicto entre dos grandes maestros. Quería mucho más, promover un encuentro profundo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En momentos anteriores Lucas ya había demostrado esta novedad o superioridad, de Jesús sobre el Antiguo Testamento.
En primer lugar, Jesús supera todas las barreras legales y religiosos al inclinarse y tocar a los enfermos para curarlos. Aquí Lucas muestra el poder de Jesús sobre el mal, la enfermedad, la muerte e incluso el pecado. Él cumplió la profecía de Isaías (Is 61,1-2). Las promesas del Antiguo Testamento se mudan a las realidades del Nuevo Testamento.
El interrogatorio de los discípulos de Juan revela dos grandes realidades o necesidades, de la humanidad: la expectativa de algo que pudiese restablecer la primacía del bien sobre el mal, y presentar algo que pudiese restituir al pueblo, cansado y el sufrimiento, la esperanza en la gracia y la misericordia de Dios.
Jesús incluso tuvo que responder a la pregunta planteada por los mensajeros de Juan. En el momento en que llegaron, Jesús estaba realizando curaciones, expulsión de demonios, restaurando la vista a muchos ciegos. Estas acciones eran claros signos mesiánicos, muy bien conocidos por Juan.
Por eso le bastó a Jesús decir: «Vayan y digan a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, el ascenso los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio». Encontramos este texto en Lucas, capítulo 7, versículos 19 al 23. El Catecismos también dice: «El pueblo pobre»- los humildes y los mansos, totalmente entregados a los misteriosos planes de su Dios, los que esperan en la justicia no de los hombres, sino del Mesías – es la gran obra de la misión escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de la promesa para preparar la venida de Cristo «(cf. CCC n. 716).
Nosotros, los cristianos vivimos en la actualidad la plenitud del Evangelio a la espera de nuestra resurrección y de la segunda venida de Cristo. Al acercarse la Navidad Preparémonos para recibir a Jesús, el Hijo de Dios que vino a vivir entre nosotros. Él vino y asumió nuestra condición humana para que nosotros en nuestra debilidad y pecado, esperemos el cielo, confiando en la misericordia del Padre. Amen.
