
JUAN 6, 52-59: “En aquel tiempo, los judíos discutían entre sí: « ¿Cómo puede éste darnos a comer carne?» Jesús les dijo: «En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que es vida, me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de vuestros antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre. Así habló Jesús en Cafarnaúm enseñando en la sinagoga”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Concluimos hoy la reflexión sobre el Pan de Vida y el discurso Eucarístico en los versículos que van del 52 al 59, del capítulo 6, de Juan, incluimos los versículos 68 y 69 en los cuales encontramos esta bellísima profesión de fe dicha por Pedro: “Señor ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos que tú eres el hijo de Dios”.
Sabiendo que los judíos discutían entre sí, como sería posible, que El diera su carne como comida, Jesús dice: “En verdad, en verdad os digo: si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no entraran en el reino de los cielos”.
Y en la Cena Pascual, Jesús sabía que comenzaba su camino final hacia la cruz, donde, libremente, iría a ofrecer su vida en sacrificio redentor. En la cruz el cordero puro, víctima sin mancha, sería inmolado para redimirnos del pecado y liberarnos de la muerte.
Al instituir la Eucaristía, durante la Cena Pascual, con el pan y el vino consagrados, Jesús nos deja el memorial de su Pasión y Muerte, el memorial de nuestra salvación: “Este es el misterio de la Fe”. Cada vez que celebramos la Eucaristía hacemos memoria de la Cruz y el misterio se repite…
El núcleo del texto de hoy está en la afirmación directa del versículo 55: “Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.” Las proposiciones precedentes quieren mostrar y confirmar la necesidad de alimentarse de Jesús para tener la vida y alcanzar la resurrección.
Lo que sigue en los versículos del 56 al 57 muestran que la vida consiste en la comunión con Jesús, semejante a la comunión de vida que Jesús, tenía con el Padre. En el versículo 58 afirma que el pan dado por Jesús es superior al maná y el único verdaderamente bajado del cielo.
Dice el Catecismo: “La Eucaristía hace a la Iglesia. Los fieles que reciben la Eucaristía están más íntimamente unidos a Cristo. Por eso Cristo nos une a todos en un solo cuerpo. […] En el Bautismo estamos llamados a constituir un solo cuerpo. La Eucaristía realiza esa afirmación” (CIC n. 1396).
La Eucaristía fue la mayor demonstración de amor y humildad que Jesús pudo ofrecernos, valoremos la Eucaristía, y que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre, la fuerza del Espíritu Santo y el amor vivificante de Cristo, quien se entregó para salvarnos y hoy nos sostiene con su cuerpo y sangre, estén siempre con nosotros. Amen.
