Mateo 9, 27-31: “Al retirarse Jesús de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos que gritaban: « ¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!» Cuando Jesús estuvo en casa, los ciegos se le acercaron, y Jesús les preguntó: « ¿Creen que puedo hacer esto?» Contestaron: «Sí, Señor.» Entonces Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Hágase así, tal como han creído». Y sus ojos vieron. Después les ordenó severamente: «Cuiden de que nadie lo sepa.» Pero ellos, en cuanto se fueron, lo publicaron por toda la región.”
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El texto de Mateo, capítulo 9, versículos 27-31 dice que al partir Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David» Jesús les preguntó: «¿Ustedes creen que puedo hacer esto? Ellos respondieron: Sí, Señor, Jesús les tocó los ojos, diciendo: Que suceda conforme a su fe.»
Una vez más, antes de realizar la curación, Jesús prueba la fe de los dos ciegos. Casi podemos decir que es precisamente la fe que les hace ver y reconocer Nazareno Cristo, el Hijo de David, anunciado como Salvador. El ver físicamente es el resultado de la fe. Son los ojos de la fe que nos permiten ver la vida, el mundo, las personas y los acontecimientos como Dios, los ve. Tener el «ojo de la fe» es el un don inmenso que Dios nos da. Sólo por la fe podemos ir al encuentro de Jesús y reconocer en el rostro misericordioso del Padre.
Podemos ver en los Evangelios que la predicación de Jesús, que no se basa en milagros, sobre todo en la curación de diversas enfermedades, es acompañada de signos que se convierten en una especie de autenticación de su origen, y de su poder divino.
A su regreso al Padre, Jesús da a los discípulos su misión enviándolos al mundo para anunciar a todos el Evangelio. Se compromete a acompañar la predicación con los mismos milagros que él había hecho: «Estas señales los acompañaran a los que creen: echarán fuera demonios… hablarán lenguas nuevas… (Mc 16,23).
Vale la pena una palabra sobre la pastoral de la Salud, la unción de los enfermos, la Eucaristía, que llevan a los enfermos, y también las llamadas «oraciones de sanación». Dios es el Señor de la vida y la salud y son innegables los beneficios que la espiritualidad aporta a la al enfermo.
Dice el Catecismo de la unción de los enfermos es un don particular del Espíritu Santo, «que quiere llevar el enfermo a la sanación del alma y del cuerpo, si esta es la voluntad de Dios. Además, si se ha cometido pecados, serán perdonados «(cf. 1520).
La carta a Santiago nos recomienda, «¿si alguno entre ustedes está enfermo? Llamar a los ancianos, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor «(Santiago 5:14). Dios nos ama y su misericordia borra nuestros pecados y cura nuestras enfermedades. Como los ciego del Evangelio de hoy, humildemente pidamos al Señor que abra nuestros ojos y cure nuestra ceguera espiritual. Amen.