Marcos 10, 1-12: “En aquel tiempo, Jesús se fue a los límites de Judea, al otro lado del Jordán. Otra vez las muchedumbres se congregaron a su alrededor, y de nuevo se puso a enseñarles, como hacía siempre. En eso llegaron unos fariseos que querían ponerle a prueba, y le preguntaron: « ¿Puede un marido despedir a su esposa?» Les respondió: « ¿Qué les ha ordenado Moisés?» Contestaron: «Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse.» Jesús les dijo: «Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes. Pero, al principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer; y por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe.» [10] Cuando ya estaban en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre lo mismo, y él les dijo: «El que se separa de su esposa y se casa con otra mujer, comete adulterio contra su esposa; y si la esposa abandona a su marido para casarse con otro hombre, también ésta comete adulterio.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Dios nos creó por amor, y en la Encarnación nos donó a su Hijo, que, con su vida, nos comunica su amor divino y eterno en plenitud. En el evangelio de hoy, San Marcos, en el capítulo 10, versículos del 1 al 12, nos habla del matrimonio, en la concepción del Antiguo Testamento.
Viniendo de Galilea, y dirigiéndose a Jerusalén, Jesús atravesaba la región de Judea, y las multitudes se reunían alrededor de él, como de costumbre, para escuchar sus enseñanzas. Algunos fariseos se acercaron a él, y queriendo probarlo, le preguntaron: “¿Le es lícito al marido repudiar a su mujer?”. La Ley de Moisés, en el libro del Deuteronomio, garantiza al hombre este derecho.
Los fariseos insisten argumentando que el mismo Moisés autorizó el repudio por parte del hombre. Jesús les responde: “Moisés, por causa de la dureza de sus corazones, les permitió repudiar a vuestras mujeres, pero en el principio no era así…”. De este modo aclara Jesús que la Ley favorecía la dureza de los corazones de aquellos hombres.
Jesús se refiere a la creación del hombre y la mujer, conforme al libro del Génesis. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos formarán una sola carne”. Evocando la unidad e igualdad de la pareja, desde la creación. Jesús descarta el derecho de separación, unilateral, del marido. Al hombre no le corresponde separar esta unión establecida por Dios. Superando el enfoque legalista de la unión de la pareja fundamento de la unión o respeto mutuo, el amor y la misericordia, en vista de la felicidad de cada uno y de los dos, y de la armonía en el hogar.
Dios une a la pareja de casados por los lazos de la comprensión, de la armonía, de la alegría. El hombre y la mujer unidos en matrimonio reproducen el amor creador de Dios. Una unión feliz es fuente de alegría y vida. El proyecto creador de Dios es llevar a la humanidad a la plenitud del amor. La unión de la carne solo subsiste si hay amor, y todo amor viene de Dios. No es la Ley, sino el amor y la felicidad los criterios fundamentales para Dios. Contemplando a Jesús, nuestra luz y camino, seremos transformados por el amor divino.
Dios nos creó para vivir en el amor. Es el amor que libera de la opresión y de la muerte. El amor permanece para siempre, porque Dios es amor. Pidamos a Dios la gracia, para que todos nosotros, según la vocación, a la que fue llamado, estemos al servicio de la vida, fundamentados en el amor y en el servicio. Amen.