EVANGELIO DEL DÍA JUEVES 19 DE MAYO DEL 2016

       Lucas 22, 14- 20: “Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo: «Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque, se lo digo, ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios.»  Jesús recibió una copa, dio gracias y les dijo: «Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del jugo de la uva hasta que llegue el Reino de Dios.» Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.» Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes».

   Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

Hoy celebramos a Jesucristo Sumo y Eterno sacerdote.  El evangelio está tomado de Lucas 22 del 14 al 20. Cuando llega la hora de Jesús, Él,  expresa a sus discípulos el deseo de comer ardientemente su pascua con ellos antes de morir, porque ya no la comerá más hasta que esté en el Reino de Dios… Leamos el texto:

“Tomó una copa dio gracias y dijo: tomen esto, repártanlo entre ustedes, porque les digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que venga el Reino de Dios. Y tomando pan, pronunció la acción de gracias lo partió y se lo dio diciendo: esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía. Después de cenar hizo lo mismo con la copa, diciendo esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre. Que se derrama por ustedes”

Jesús hace una comparación entre la copa, el pan y su cuerpo que se entrega por nosotros y la urgencia de que se haga en su memoria, un memorial de lo que él hizo por nosotros y con nosotros para quedarse siempre a nuestro lado en el pan eucarístico.

El texto hoy se refiere específicamente a Jesús nuestro verdadero pan de vida eterna, pan vivo bajado del cielo y su entrega total al padre para darnos la salvación, vemos cómo los cristianos no repetimos una acción del pasado ni la recordamos solamente, sino que hacemos el memorial y esta acción liberadora se actualiza, vuelve a ocurrir cada vez que comemos de su pan y bebemos de su sangre en la eucaristía…

Vivir la eucaristía implica estar bien con el hermano. El verdadero culto a Dios supone la reconciliación y el perdón a los hermanos, el compartir y la comunión. No hay verdadera justicia donde no hay amor, y no hay justicia donde no existe caridad.  Veamos como  el Catecismo define justicia: “Es la voluntad constante de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios se llama ‘virtud de la religión’. Para con los hombres ella nos dispone a respetar los derechos de cada uno y establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la igualdad y el bien común” (cf. CIC n.1807).

Terminemos preguntándonos: ¿Cómo es nuestro modo de vivir el sacramento de la eucaristía en lo cotidiano, con justicia y en el servicio a los más necesitados? Que la Gracia y la Paz de Dios, nuestro Padre, estén con nosotros.  Que el amor de Cristo inunde y transforme nuestro corazón. Y que el vigor del Espíritu Santo transforme nuestras vidas. Amen.