EVANGELIO DEL DÍA VIERNES 25 DE NOVIEMBRE DEL 2016  

             

 

   Lucas 21, 29-36: “En aquel tiempo, Jesús propuso esta comparación: «Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando echan los primeros brotes, ustedes saben que el verano ya está cerca.  Así también, apenas vean ustedes que suceden las cosas que les dije, sepan que el Reino de Dios está cerca. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo eso suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Cuiden de ustedes mismos, no sea que una vida materializada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso, pues se cerrará como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Por eso estén vigilando y orando en todo momento, para que se les conceda escapar de todo lo que debe suceder y estar de pie ante el Hijo del Hombre.».

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

En esta última semana del año litúrgico la liturgia de hoy nos presenta  el Evangelio de Lucas capítulo 21 versículos 29 a 36 con la parábola de la higuera. Cuando Jesús predijo la destrucción del templo, los discípulos le preguntaron cuando estas cosas iban a suceder y que señales indicarían que esas cosas están por suceder. En respuesta, Jesús les presenta una breve parábola acerca del signo solicitado: «Miren la higuera y todos los árboles. Cuando echan brotes, les basta verlo, ya saben que el verano está cerca. Del mismo modo, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca».

Continuando Jesús dice: «En verdad les digo que esta generación no pasará hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». El discurso de Jesús termina con una exhortación a la vigilancia en el cumplimiento de la voluntad del Padre y a la oración, para fortalecernos ante las tribulaciones y seducciones que podrían suceder.

La caída de Jerusalén y el templo es la caída de un símbolo de la opresión social y religiosa, indicativo del futuro de los otros sistemas de opresión en el mundo. Le toca a los discípulos, en el compartir y el amor, ser testigos del Reino de Dios que ya están presentes en este mundo.  El cielo y la tierra pasarán, son los poderes, que sacudida, encontrarán su final tarde o temprano. Pero las palabras de Jesús, que son la verdad y la vida, quedaran sembradas para siempre, en nuestro corazón.

Sin alardes ni grandes espacios en la televisión ni es los grandes medios de comunicación, la Palabra da sus frutos y se comunica, transformando el mundo. Cabe percibir la fuerza de la vida sobre la muerte, los espacios de libertad que son conquistados, los lazos de unión en el amor y el sueño de paz en un mundo nuevo.

El Reino de Dios ya está entre nosotros en los movimientos de solidaridad entre las comunidades y los pueblos, especialmente con los más pobres, y se expresa en el clamor mundial contra la guerra y a favor  de la paz.  Pidámosle a Dios que La Palabra de Jesús, sembrada en nuestros corazones, permanezca para siempre  y dé abundantes frutos de paz, alegría y vida. Amen.