Hagamos las paces El hambre no es virtual: “Se desmayó otro niño hoy”

 

“Se desmayó otro niño hoy. Uno de preescolar”, me dijo la directora de una escuela de Fe y Alegría de Los Valles del Tuy. Comentó que estaba pasando con frecuencia. Pequeños y no tan pequeños, me dijo. Y peor lo que me contó después que hizo  quebrar su voz y la mía también. “Ayer una niña pequeña estuvo recogiendo lo que sus compañeritos dejaban de su merienda para llevarlo a su casa, tienen tres días sin comer”. Costó recuperar el hilo de la comunicación  con  Mirian, de paso, añadió que  está cansada de ir al Municipio Escolar a plantear el problema y no logra nada. De repente recordé lo que me escribió la maestra Fanny,  de una escuela de Valencia: la semana pasada robaron el comida para los niños  de su escuela. Nudo en el estómago.

Hoy no  tengo ganas de hacer ningún chiste, no se me va de la mente esa conversación y la uno a las otras historias dramáticas  que vamos recogiendo. Llamo para recordar el  Encuentro de madres promotoras de Paz, el 28, y sale un cuento: “Hubo protestas por donde vivo. La gente gritaba  comida”, me dice una compañera de Valencia. Llamo a otra para ver detalles del Encuentro de Constructores  de Paz, el 27 en la UCAB, y surge el comentario de la señora Del Valle: “Las mamás están desesperadas, por  eso se pueden ir a  los golpes por un kilo de harina”, comenta la señora de San Félix. “No consigo qué dar a la pequeña, le digo a los hermanos  mayores que ella es más importante.  No como yo pero que coma ella”, me dice angustiada una comadre de Ciudad Guayana. Otra señora se echó a llorar  cuando me contó que le habían llevado la bolsa a su casa, “Usted sabe, esos  grupos nuevos”- un miembro de un CLAP – pero ella no tenía el dinero en ese momento, Fue al banco, en el centro de San Félix, pero no había electricidad, cuando por fin pudo sacar el dinero y regreso corriendo al barrio, ya no estaba su bolsa disponible, ¡Lloramos las dos! “¡No puedo más!, ¡quiero que mi hijo crezca y pueda trabajar para que me ayude, ¡No puedo más!” casi gritó Anita en el chat de compañeros de Maracaibo. Anita, que es fuerte como un roble, y tiene que poder, porque ama a su hijo  pero darle de comer es un acto heroico cada día… Otra que lloró fue Libia, de Yaritagua, sólo saludé y me cuenta “Mi hijo fue a la casa el Día de la Madre, con mi nieto, pero en mi casa no había nada de comer  para celebrar. Mi nieto, de meses, llora porque su madre ya no le sale leche, ¿qué le va  salir? Ella no  come  ella tampoco?” Y Libia lloró, por su hijo,  por su nieto…“No es tanto hacer la cola,  es hacer 4 horas de cola  y salir sin nada!, me dijo la recepcionista de una oficina.

Si a las anécdotas particulares añadimos las institucionales como las de Casas Hogar el nudo de la garganta no se te desata. Cada casa es una multiplicación de dramas, pues hablamos de 20, 30 niños y niñas…”No sabemos qué  comprar que alcance”, me dijo una señora  con rostro de  que trabaja en una entidad de Barquisimeto, tienen 22 entre niños y adolescentes. ¡Póngase   en su lugar! Y eso  repite con cada institución.  Eso sí: ¡Nadie dice que van a cerrar!

No, el hambre  en Venezuela no es virtual, ni se restringe a familias de pobreza extrema, es real y masiva  y los niños y niñas no tienen la culpa, aunque lo  estén pagando, y disculpen la repetición de esta frase cada semana.

Tal vez es ocioso  insistir que los niños,  niñas y adolescentes son “prioridad absoluta” (Art. 78 de a CRB y 7 de la LOPNNA) y que esa población tiene  derecho a la alimentación adecuada, (Art. 30literala), pero hay que decirlo una y otra vez, porque no estamos hablando de cosas  extraordinarias, estamos hablando de    lo  básico. Este clamor dela población tiene que escucharlo el alto gobierno y establecer sus prioridades; menos armas más alimentos, menos propaganda y más hechos en la reactivación  de la producción de alimentos… Más seriedad. Es un insulto, una burla, escuchar funcionarios que dicen que la escasez es virtual, invento. El hambre es real, las lágrimas por hambre no son un montaje.  El cansancio tiene límites.

En medio de tanto nudo en la garganta, alguna brisa sopla. La Directora de la escuela mencionada en el primer párrafo también contó que una religiosa que trabaja en el plantel lleva cada día 6,7 arepas para niños de su aula;  una amiga   a la que conté el caso, me dijo que le diera un número de cuenta para hacer ya en depósito que ayude a la familia de la historia dramática… La Redhnna (Red de defensores de DDHH de NNA) no toma vacaciones y sigue recordando al Estado sus obligaciones… Alguien tiene que escuchar este coro.

Luisa Pernalete