MENSAJE DE FRANCISCO POR EL JUBILEO DEL CONTINENTE AMERICANO: «FUI MISERICORDIADO»

 

“Pastores que sepan tratar y no maltratar”, “el alzheimer espiritual” o el hecho de ser “misericordiado”

Fueron algunos de los términos que utilizó Papa Francisco en el video mensaje dirigido a los participantes del Jubileo extraordinario de la Misericordia en el continente americano que se lleva a cabo en Bogotá del 27 al 30 de agosto. Se trata de uno de los videos mensajes más largos que ha hecho Papa Francisco durante su pontificado y en el que incide en varias ideas siempre relacionadas con la misericordia.

“ Cuando nos olvidamos cómo el Señor nos ha tratado, cuando comenzamos a juzgar y a dividir la sociedad”, llegamos alAlzheimer espiritual. “Nos invade una lógica separatista que sin darnos cuenta nos lleva a fracturar más nuestra realidad social y comunitaria. Fracturamos el presente construyendo «bandos». Está el bando de los buenos y el de los malos, el de los santos y el de los pecadores. Esta pérdida de memoria, nos va haciendo olvidar la realidad más rica que tenemos y la doctrina más clara a ser defendida”.

En esto se juega nuestra catequesis, nuestros seminarios – ¿enseñamos a nuestros seminaristas este camino de tratar con misericordia? –, nuestra organización parroquial y nuestra pastoral. En esto se juega nuestra acción misionera, nuestros planes pastorales. En esto se juegan nuestras reuniones de presbiterios e inclusive nuestra forma de hacer teología: en aprender a tener un trato de misericordia, una forma de vincularnos que día a día tenemos que pedir – porque es una gracia –, que día a día somos invitados a aprender. Un trato de misericordia entre nosotros obispos, presbíteros, laicos. Somos en teoría «misioneros de la misericordia» y muchas veces sabemos más de «maltratos» que de un buen trato. Cuantas veces nos hemos olvidado en nuestros seminarios de impulsar, acompañar, estimular, una pedagogía de la misericordia, y que el corazón de la pastoral es el trato de misericordia. Pastores que sepan tratar y no maltratar. Por favor, se lo pido: Pastores que sepan tratar y no maltratar.

 

La misericordia es una forma concreta de «tocar» la fragilidad, de vincularnos con los otros, de acercarnos entre nosotros. Es una forma concreta de encarar a las personas cuando están en la «mala». Es una acción que nos lleva a poner lo mejor de cada uno para que los demás se sientan tratados de tal forma que puedan sentir que en su vida todavía no se dijo la última palabra.

Estamos insertos en una cultura fracturada, en una cultura que respira descarte. Una cultura viciada por la exclusión de todo lo que puede atentar contra los intereses de unos pocos. Una cultura que va dejando por el camino rostros de ancianos, de niños, de minorías étnicas que son vistas como amenaza. Una cultura que poco a poco promueve la comodidad de unos pocos en aumento del sufrimiento de muchos. Una cultura que no sabe acompañar a los jóvenes en sus sueños narcotizándolos con promesas de felicidades etéreas y esconde la memoria viva de sus mayores. Una cultura que ha desperdiciado la sabiduría de los pueblos indígenas y que no ha sabido cuidar la riqueza de sus tierras.

Hoy somos invitados especialmente a un trato de misericordia con el santo Pueblo fiel de Dios –que mucho sabe de ser misericordioso porque es memorioso –, con las personas que se acercan a nuestras comunidades, con sus heridas, dolores, llagas. A su vez, con la gente que no se acerca a nuestras comunidades y que anda herida por los caminos de la historia esperando recibir ese trato de misericordia. La misericordia se aprende en base a la experiencia – en nosotros primero –, como en Pablo: él ha mostrado toda su misericordia, él ha mostrado toda su misericordiosa paciencia. En base a sentir que Dios sigue confiando y nos sigue invitando a ser sus misioneros, que nos sigue enviando para que tratemos a nuestros hermanos de la misma forma con la que él nos trata, con la que él nos trató, y cada uno de nosotros conoce su historia, puede ir allí y hacer memoria. La misericordia se aprende, porque nuestro Padre nos sigue perdonando. Existe ya mucho sufrimiento en la vida de nuestros pueblos para que todavía le sumemos uno más o algunos más. Aprender a tratar con misericordia es aprender del Maestro a hacernos prójimos, sin miedo de aquellos que han sido descartados y que están «manchados» y marcados por el pecado. Aprender a dar la mano a aquel que está caído sin miedo a los comentarios. Todo trato que no sea misericordioso, por más justo que parezca, termina por convertirse en maltrato. El ingenio estará en potenciar los caminos de la esperanza, los que privilegian el buen trato y hacen brillar la misericordia.

Fuimos invitados a celebrar el trato de Dios con cada uno de nosotros y con su Pueblo”.Por eso, creo que es un buen momento para que digamos juntos: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy, estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos, esos brazos redentores» (Evangelii gaudium, 3).  Y agradezcamos, como Pablo a Timoteo, que Dios nos confíe repetir con su pueblo, los enormes gestos de misericordia que ha tenido y tiene con nosotros, y que este encuentro nos ayude a salir fortalecidos en la convicción de transmitir la dulce y confortadora alegría del Evangelio de la misericordia.