EVANGELIO DEL DÍA DOMINGO 1 DE NOVIEMBRE 2015

MATEO 5,1-12ª: Jesús, al ver toda aquella muchedumbre, subió al monte. Se sentó y sus discípulos se reunieron a su alrededor. Entonces comenzó a hablar y les enseñaba diciendo: «Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos.  Felices los que lloran, porque recibirán consuelo.  Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. [6] Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.  Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.  Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios.  Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.  Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos.  Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias.  Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo”.

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

Nuestra santa madre la Iglesia Católica, nos invita a celebrar la memoria de todos los Santos, una festividad tradicional en la cual recordamos a todos aquellos que de un modo u otro se esforzaron por vivir la radicalidad del Evangelio de Jesús, y la misma liturgia de hoy nos surgiere el camino por donde comenzar, si queremos vivir esa radicalidad evangélica.

Jesús proclama los principios fundamentales del Evangelio e indica quienes se encuentran en la situación más propicia para recibirlos. Desde muy niños escuchamos hablar de las bienaventuranzas, muchísimos cristianos se las saben de memoria, sin embargo ¿Cuántos cristianos tenemos las bienaventuranzas, como proyecto de nuestras vidas?

Y es que al discernir este texto y confrontarlo con nuestras vidas, nos daremos cuenta que las bienaventuranzas proclamadas por Jesús a sus discípulos de ayer, de hoy y de siempre, representan de manera sintética, una nueva forma de comprender la acción de Dios en la humanidad. No es una nueva ley que determina estrictamente la vida de sus seguidores, sino una propuesta de vida que tiene como eje fundamental la misericordia.

Y así los verdaderos felices y santos son los que reaccionan ante el sufrimiento ajeno y buscan erradicarlo del contexto de las comunidades humanas, movidos simplemente por el amor al otro. Porque las bienaventuranzas son la expresión del amor de Dios para sus hijos, y este amor a su vez debe reflejarse en el amor y la estima entre ellos.

Entendiendo entonces que aceptar como propias las bienaventuranzas de Jesús significa abrir el corazón al dolor ajeno, tender la mano al que sufre, romper las barreras de la indiferencia ante la situación crítica que vive nuestra sociedad. Ayudar a destrabar los cercos de las intolerancias para poder entender que las colas, la escases, el sobreprecio, la inseguridad, etc., es un problema de todos y es con el concurso de todos que se puede solucionar.

Por supuesto que con nuestras mentes y con nuestro corazón impermeable seguro estoy que no lo podremos lograr, pero si pedimos confiadamente la intersección de Dios, es más que seguro, que si lo lograremos. Por eso pidamos con fe: ¡Señor Jesús, danos la gracia de vivir continuamente inspirados por el Espíritu de las bienaventuranzas, para acoger tu Reino y testimoniar la auténtica santidad!