
LUCAS 13, 31-35: “En ese momento unos fariseos llegaron para avisarle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.» Jesús les contestó: «Vayan a decir a ese zorro: Hoy y mañana expulso demonios y realizo curaciones, y al tercer día llegaré a mi término. Pero tengo que seguir mi camino hoy, mañana y un poco más, porque no es correcto que un profeta sea asesinado fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Qué bien matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido! Por eso se van a quedar con su Templo vacío y no me volverán a ver hasta que llegue el tiempo en que ustedes dirán: «¡Bendito sea el que viene en Nombre del Señor!»
Reflexión por el Servicio de Animación Bíblica Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
A lo largo de su ministerio, Jesús, con frecuencia, advertía a los jefes religiosos de Israel, instalados en el templo de Jerusalén y en las sinagogas, por la dureza de su corazón y por el apego a la ley que les proporcionaba grandes privilegios. Y por eso Jesús tuvo que sufrir amenazas, persecuciones y finalmente la muerte.
Conforme al evangelio de Lucas, Jesús, que estaba en camino de Jerusalén, refiriéndose a la infidelidad de Israel proclama: “apártense de mí, todos ustedes que cometen la injusticia”. A continuación, en el capítulo 13, versículos del 31 al 35, Lucas narra que, a la misma hora, algunos fariseos se aproximan a Jesús y le dicen: “sal y retírate de aquí, porque Herodes quiere matarte”.
Aquellos fariseos dicen a Jesús que huya, porque está amenazado de muerte por parte de Herodes. Este ya había ejecutado a Juan Bautista y tenía también en la mira a Jesús que, en su predicación, se asemejaba a Juan. Jesús percibe que estos fariseos, con la advertencia que le hacían, con malicia, querían intimidarlo y apartarlo de Jerusalén.
En respuesta, le manda un recado a Herodes con ellos mismos. Jesús sabe que está muy cerca su muerte de parte de los jefes religiosos de Jerusalén y no de parte de Herodes, y caracteriza Jerusalén como la ciudad que mata a los profetas.
Sin temer la confrontación con el poder opresor, Jesús continúa su acción misionera, abriendo el camino de la liberación, en comunión con los oprimidos, restaurándoles la vida.
La presencia del amor de dios en el mundo significa el cultivo de la vida y el surgimiento de la esperanza, principalmente para los pequeñitos, empobrecidos, excluidos y sufridos. Que el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo sea el fundamento de nuestras vidas, para asumir con valentía nuestra misión en el mundo de luchar contra la injusticia y la opresión.
