
Mateo 7, 1-5: “En aquel tiempo Jesús les dijo: No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes. Porque de la misma manera que ustedes juzguen, así serán juzgados, y la misma medida que ustedes usen para los demás, será usada para ustedes. ¿Qué pasa? Ves la pelusa en el ojo de tu hermano, ¿y no te das cuenta del tronco que hay en el tuyo? ¿Y dices a tu hermano: Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú un tronco en el tuyo? Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Iniciamos hoy el capítulo 7 del Evangelio de Mateo, versículos de del 1 al 5. Es un texto que podríamos llamar de perícopa, que muchas veces se usa cuando queremos hablar de corrección fraterna, que también tiene un fuerte llamado a la conversión, de ayuda mutua y de cambio de comportamiento en las relaciones humanas. Revisemos el texto: “No juzguen y no serán juzgados. Porque Dios los juzgará del mismo modo que ustedes hayan juzgado; los medirá con la medida con que hayan medido a los demás. ¿Por qué observas la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo? […] saca primero la viga de tu ojo… y luego podrás ayudar a tu hermano”.
Enseñanzas muy buenas y claras: no fuimos creados para condenar, sino para amar. No somos JUECES, sino HERMANOS. Dentro del Sermón de la Montaña, Jesús llama la atención y hace dura crítica a la hipocresía de quien sabe ver los errores de los demás pero no ve el proprio pecado.
Sin duda, la corrección fraterna es importante y es un arte difícil; todos somos hermanos y tenemos necesidades, y porque no decirlo, tenemos la obligación de ayudarnos unos a los otros: levantar a quien está caído, corregir a quien está equivocado, animar a quien se cansó y se paró en el camino. Haciendo todo esto, dos son las actitudes fundamentales que debemos tener. Primero: por sobre todo, nunca podemos perder o dejar de lado la caridad. Segundo: Ser conscientes de que no somos perfectos ni mejores que otros. Somos pecadores.
Este consejo u orientación de Jesús es importante en las relaciones, especialmente en la familia, en la comunidad eclesial, donde, a veces, existen tantas intrigas, en el ambiente de trabajo, donde muchas veces prevalece la competencia. Nos recuerda la Iglesia: “La caridad tiene como frutos la alegría, la paz y la misericordia; exige la beneficencia y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es desinteresada y libre, es amistad y comunión” (CIC n. 1829).
Nuestros hermanos y hermanas no necesitan nuestros juicios, sino más bien quieren ayuda, respeto y, sobre todo, nuestro amor, comprensión y misericordia. El mayor presente que Dios nos dio son nuestros hermanos y hermanas que comparten la aventura de la vida. Oremos juntos para que Dios nos ayude a querer el bien de todos y a vivir en paz con todos. Amen.
