
Mateo 5, 1- 12: “En aquel tiempo Jesús, al ver toda aquella muchedumbre, subió al monte. Se sentó y sus discípulos se reunieron a su alrededor. Entonces comenzó a hablar y les enseñaba diciendo: «Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia. Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El evangelio de hoy es el comienzo del capítulo 5 de Mateo, versículos del 1 al 12 y da inicio al gran Sermón de la Montaña, que se extenderá hasta el capítulo 7. El texto habla justamente de la verdadera felicidad, conocido como “Evangelio de las Bienaventuranzas”. Sugerimos leer y releer el texto…
Con ocho enunciados introducidos por la palabra “Felices” Jesús establece, de manera sintética, un programa de vida y de acción para los discípulos que sinceramente lo quieren seguir y alcanzar la plenitud de Vida en el Reino de los Cielos.Las Bienaventuranzas son el salmo de la nueva felicidad evangélica. Podemos dividirlas en dos series. Las cuatro primeras, y la última, que se refiere a los perseguidos, se retoman, el tema de que el Mesías vino para los pobres, que sufren y saben que solo cuentan con Dios. A estos, Jesús promete el Reino de los Cielos y la consolación plena.
Las otras tres; quinta, sexta y séptima, son una invitación a los seguidores a combatir seriamente la miseria y empeñarse en la construcción de la paz. Si los discípulos de Cristo asumieran esa lucha contra la pobreza, opresión, sufrimiento e injusticia, el mundo sería renovado por el amor de Dios.
La justicia traída por Jesús establece nuevos paradigmas de relación con los hermanos y con Dios fundamentados en la acción del Espíritu Santo que ha sido dado por el Padre. El Reino de los Cielos se actualiza, donde se vive de acuerdo con la justicia que es obra de Dios.
No podemos pensar un mundo nuevo a partir de la óptica de la fuerza de las armas, de los grandes y poderosos… El mundo previsto por el Evangelio de Jesús será construido por los pobres en espíritu, por los puros y mansos, por los que promueven la justicia y la paz y por aquellos que “Son misericordiosos como el Padre celestial es misericordioso”.
Dice el Papa Francisco: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes… nada puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo” (Misericordiae Vultus, n. 10).
Las bienaventuranzas son un “alegre anuncio del Reino de los cielos” y, nos invitan al compromiso en la alegría del servicio. Una de las primeras afirmaciones que aprendíamos en el catecismo era: “Dios creó al hombre y lo creó para ser feliz” Que su gracia nos acompañe todos los días para que nunca nos apartemos del camino de la verdadera felicidad. Amen.
