JUAN 6, 30-35: “En aquel tiempo la gente preguntó a Jesús: « ¿Qué puedes hacer? ¿Qué señal milagrosa haces tú, para que la veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros antepasados comieron el maná en el desierto, según dice la Escritura: Se les dio a comer pan del cielo.» Jesús contestó: «En verdad les digo: No fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da es Aquel que baja del cielo y que da vida al mundo.» Ellos dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En el evangelio de hoy continuamos el “discurso del Pan de Vida” en los versículos del 30 al 35 del capítulo 6 de Juan. Un texto rico, centrado en el diálogo de Jesús con el pueblo. Esta vez, al menos aparentemente, sin la presencia agresiva de los fariseos y escribas…
El texto es corto y simple, podemos leerlo completo. Preguntaron a Jesús: “¿Qué milagros haces, para que nosotros creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, de acuerdo a las escrituras: Dios les dio a comer el pan venido del cielo” (Sal 77, 24). Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien les dio a comer el pan del cielo, sino mi Padre, quien les dio a comer el pan verdadero venido del cielo; porque nuestros padres comieron ese pan y murieron, pero el pan que da el Padre concede la vida eterna”. Entonces ellos le pedían: “Señor, danos siempre de este pan”.
Jesús les respondió: “Yo soy el pan de vida. Quien viene a mí no tendrá hambre, y quien cree en mí nunca más tendrá sed”. Este es el núcleo del discurso de Jesús, en plena sinagoga de Cafarnaúm: Él es el verdadero pan del cielo. El descendió del cielo para dar vida al mundo…
Si en el desierto, Moisés hizo descender el maná para alimentar y saciar el hambre del pueblo, fue por un tiempo provisorio. Aunque necesitemos el pan material para alimentarnos, no es ese el pan de la vida. Jesucristo, y su cuerpo inmolado en la cruz, este si es el verdadero alimento capaz de saciar nuestra hambre de eternidad.
Jesús, en la multiplicación de los panes, al mostrar su sensibilidad frente al hambre de aquella multitud: “Sintió pena de este pueblo”, quiere enseñarnos a compartir con los más pobres y necesitados el alimento. No podemos permanecer indiferentes delante del hambre de más de la mitad de la humanidad. Nos enseña el Catecismo: “La Eucaristía debe fortalecer la caridad y solidaridad: La Eucaristía compromete con los pobres. Para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregado por nosotros, debemos reconocer a Cristo en nuestros hermanos los más pobres,” (cf. CIC n. 1397).
Nosotros los cristianos, especialmente los católicos, nos alimentamos con el “Pan de la Vida” cada vez que participamos de la EUCARISTIA. Que el Dios de la vida y de la paz nos bendiga hoy y siempre. Que El convierta nuestro corazón y nos haga trabajar en la construcción de su Reino entre nosotros, viviendo en la justicia, en la alegría y en la esperanza. Amen.