Mateo 12, 46-50: “En aquel tiempo, mientras Jesús estaba todavía hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos estaban de pie afuera, pues querían hablar con Él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren hablar contigo.» Pero Jesús dijo al que le daba el recado: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» E indicando con la mano a sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
Jesús con sus palabras y con su práctica nos revela la universalidad del don de Dios, concediendo la vida eterna y la participación en la vida divina a todos los pueblos, en todos los tiempos. Conforme al relato de Mateo en el evangelio de hoy, capítulo 12, versículos del 46 al 50. Jesús estaba hablando con las multitudes, y vinieron a decirle que su madre y sus hermanos estaban afuera, buscándolo. Jesús, entonces, preguntó: “¿Y Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y, señalando a sus discípulos, dice: “Estos son mi madre y mis hermanos, porque aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Muchas veces los lazos familiares se estrechan con vista al poseer, tener bienes o de tradiciones que mantiene la sumisión a las estructuras de una sociedad injusta. Las palabras de Jesús son un apelo a la conversión de la propia familia. Con estas palabras, Jesús no está disminuyendo la grandeza de su familia y de las familias en general, sino consolidando los lazos de amor familiar, para que se amplíe la fraternidad universal de los hijos de Dios, conforme a la voluntad del Padre. Podemos encontrar otras exigencias de Jesús hacia el desprendimiento de las riquezas, de los bienes, y de la propia familia.
La unión con Jesús no se da por vínculos de sangre o raza, sino por la unión al amor misericordioso del Padre que viene a liberar y traer vida a todos los hombres y mujeres. Frecuentemente las familias se apegan en torno a tradiciones y de intereses particulares, hasta excluyentes. Jesús amplía un concepto tradicional y cerrado de familia hacia un concepto abierto y solidario, con una dimensión universal.
La familia es el espacio privilegiado para vivir la experiencia de amor. La educación para el amor, nos debe abrir en la familia hacia la solidaridad y el compartir, principalmente con los más necesitados de la sociedad. En unión con Jesús, la familia se empeña en la defensa de los derechos humanos, derecho a la alimentación, derecho a poseer la tierra y una casa, derecho de todos a constituir dignamente su familia.
Oremos a nuestro Padre, para que nos ayude a cumplir su voluntad y como familia, realizar el proyecto de vida plena. Y que Jesús nos acoja en su familia terrena, junto a María, y a José, en la vivencia del amor fraterno, sin exclusiones, cumpliendo la voluntad del Padre, de hacer de la humanidad una familia universal. Amen.