EVANGELIO DEL DÍA MARTES 9 DE MAYO DEL 2016

 

     Juan 10, 22-30: “Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo. Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón, cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: « ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.» Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo, pero ustedes no creen porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano. Aquello que el Padre me ha dado es más fuerte que todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa.»

 

  Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

De acuerdo a la liturgia que nos presenta nuestra Santa Madre Iglesia nos corresponde meditar hoy al Evangelio de Juan capítulo 10, versos 22-30, en el que se destaca el lugar y el tiempo en el que desarrolla la acción. Es fiesta de la dedicación del Templo, que recuerda la purificación del Templo por Judas Macabeo después de la derrota de los enemigos de Israel (1Mac 4, 36-59).

Juan continúa con el tema del pastor a quien hay que escuchar y creer, para tener vida eterna. Los adversarios de JESÚS lo provocan para que declare abiertamente ser el Mesías, Jesús responde indirectamente haciendo alusión a su Palabra y a sus obras, son sobre todo estas últimas las que dan testimonio de Él. Con ellas ha comunicado la vida a los hombres. Son obras que Jesús realiza en el nombre de su Padre.

En las Palabras de Jesús se hace presente la vida Divina que libera y transforma. Sus ovejas pueden reconocerlo y por eso reciben de Él la vida y no se podrán perder. Viven protegidas y cuidadas por la mano del Hijo y la mano del Padre, que son Uno, pues amos actúan en comunión y unidad perfecta por la salvación de las ovejas.

Jesucristo es el plan de Dios y no hay otra vía de salvación. El Padre y Jesús son uno porque su unión es total. Jesús es el consagrado por el Padre mucho más allá de lo que había sido el Templo en su consagración y dedicación recordado en esta fiesta.

Jesús hace visible lo que creemos de Dios invisible. Como seguidores de Jesús estamos obligados moralmente hacer visible todo lo que decimos y creemos de Jesús. Hoy es el tiempo para pedirle encarecidamente al Espíritu Santo que nos de la fortaleza necesaria para asumir con valentía una vida de testimonio y de solidaridad critiana. Amen.