EVANGELIO DEL DÍA MARTES16 DE ENERO DEL 2018

 

Marcos 2,23-28: “Un sábado Jesús pasaba por unos sembrados con sus discípulos. Mientras caminaban, los discípulos empezaron a desgranar espigas en sus manos. Los fariseos dijeron a Jesús: «Mira lo que están haciendo; esto está prohibido en día sábado.» Él les dijo: « ¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando sintió necesidad y hambre, y también su gente? Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes; y les dio también a los que estaban con él.» Y Jesús concluyó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Sepan, pues, que el Hijo del Hombre, también es dueño del sábado.»

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a San  Marcelo. Nació en Roma. Electo Papa el 27 de mayo del año 308. Murió mártir el 16 de enero del año 309. En sus pocos meses de pontificado se ocupó de la difícil tarea de obtener el perdón para aquellos que por miedo o cobardía, habían negado su fe durante las persecuciones.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio Según San Marcos capítulo 2, versos del 23 al 28, en el que se relata el episodio donde los discípulos de JESÚS, en la medida que van caminando arrancan espigas para comer, porque tenían hambre,  algo muy normal, tanto en los tiempos en que JESÚS vivió su vida terrena, como ahora. Sin embargo los fariseos se escandalizaron porque los discípulos de JESÚS hicieron eso en día sábado, día en que estaba prohibido cualquier trabajo.

Porque para los judíos la observancia del sábado era el pilar del orden establecido por Dios; de allí que consideraran como un escándalo, lo dicho por JESÚS: de que “el Hijo del Hombre también es dueño del sábado”, ¿quién se creía JESÚS?  Y es que en su misión de liberador del hombre, JESÚS tiene que romper ciertas ataduras religiosas convertidas en una especie de tabú. Una de esas ataduras es la celebración del sábado, llevado a la exasperación, hasta constituir una encerrona para la pobre gente y permitir que los fariseos se les echen encima a los discípulos por arrancar unas pocas espigas.

No vale ninguna ley, por sagrada que sea, si se vuelve opresora.  Recordando un episodio del Rey David, de cuyo comportamiento religioso ningún israelita dudaría, JESÚS les hace ver el carácter contradictorio de las reglas que olvidan el verdadero sentido de la voluntad de Divina. Esta voluntad se hace vida en el Hijo del Hombre, que restituye y pone las cosas en su justo lugar: el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado.

Los discípulos son amonestados por sus paisanos, por el simple hecho de arrancar unas espigas y darse un bocadito el día sábado. Para nosotros ese hecho puede parecer insignificante, pero para una persona cuya religiosidad raye con el fanatismo, este acto es un verdadero sacrilegio.

Y es que la religión nos puede liberar o bien paralizar, y al igual que la religión cualquier otra dimensión fundamental para el desarrollo de la humanidad, puede liberarnos o someternos. El dilema que se nos puede presentar no en forma de una gran discusión doctrinal, sino como ocurre en el Evangelio, a partir de un pequeño detalle de la vida cotidiana.

Por eso es que cada diminuto gesto de nuestra vida cotidiana puede tener un enorme significado y se puede convertir en un camino hacia la humanización o por el contrario puede ser el camino hacia las más grandes desviaciones humanas, por esos es que hoy es el momento propicio para preguntarnos: ¿nos liberamos en los gestos de nuestra vida diaria, o dejamos que las costumbres y /o los grupos enquistados en el poder decidan por nosotros? ¿Qué estamos haciendo para romper con todo este entramado atávico que poco a poco se nos ha ido imponiendo?

Aleja de nuestro corazón Señor, todo fariseísmo, de creernos autosuficientes y realizados. Perdona nuestra tendencia de querer imponer pesos insoportables en los hombros de los demás, sin evaluar nuestras propias responsabilidades. Amen.