Mateo 13,44-46: “En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: el Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre, lo vuelve a esconder; su alegría es tal, que va a vender todo lo que tiene y compra ese campo. Aquí tienen otra figura del Reino de los Cielos: un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene, y la compra”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos, la fiesta en honor a San Ignacio de Loyola, quien fue un militar y luego religioso español, surgido como un líder religioso durante la Contrarreforma. Nació en Loyola, el 23 de octubre de 1491 y murió en Roma, el 31 de julio de 1556. Fundador de la Compañía de Jesús, mejor conocida como los JESUÍTAS. El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622. Felicitaciones a todos los Jesuitas, al colegio Loyola, a la UCAB, y a sus egresados por su fiesta.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 13, versos del 44 al 46. En estos tres versículos, JESÚS recurre a las parábolas del tesoro escondido y de la perla, como referentes reales de lo que significa la acción de DIOS en la historia y lo que puede hacer un hombre para participar de dicho Reino. En las dos parábolas hay que notar que lo importante no es el tesoro, ni la perla, sino lo que hay que hacer para conseguirlos: vender todo, o dejarlo todo para tener algo nuevo.
Así es el Reino de DIOS, no basta con saber que es y cuanto vale: hay que hacer acciones concretas que demuestren el interés que se tiene para alcanzarlo o para llegar a Él. Lamentablemente, hoy nuestra sociedad se ha dedicado a atesorar cosas vanas, dinero fama, placer, reconocimiento público, propiedades, y no nos damos o no queremos ver la realidad palpable que el Reino de los Cielos está en otras coordenadas.
¿A quien se refiere JESÚS al hablarnos de un hombre que encuentra un tesoro en un campo y vende todo lo que tiene para quedarse con él? Sin duda que es a todo aquel que se considere un discípulo de JESÚS, y que lo encontró escondido en la Sagrada Escritura que anuncia Su Buenas Nuevas.Y este discípulo actúa con sabiduría, sabe que está ante una ocasión única para apropiarse del Evangelio, por eso vende todo lo que tiene, para abrazar con toda su transparencia, los designios de DIOS.
Muy pertinente es señalar que este discípulo actúa así, lo vende todo por el Evangelio, no por compromiso, ni siquiera por un arranque de generosidad y menos aún por voluntarismo, aunque todas estas cosas son buenas en sí, son insuficientes. El mismo JESÚS, nos dice, que lo vende todo “por la alegría que le da”. Por la ganga que tiene ante sus ojos. Es la alegría y también la audacia de ver pasar a DIOS, por su vida, retenerlo y guardarlo en sus entrañas.
Al confrontarnos con el texto, vemos que las parábolas del tesoro y de la perla nos invitan a que no dejemos pasar la ocasión cuando el Reino viene a nosotros. Muchos han buscado durante años la palabra, o la persona, o la esperanza que daría un nuevo sentido a su vida. Y un día le sale al encuentro. A veces el hallazgo fue modesto: una palabra de perdón, un gesto de amistad verdadera, el primer compromiso que nos ofrecieron y que nosotros tomamos. Pero comprendimos al instante que éste era el encuentro con lo que realmente vale, y entramos alegres al Reino.
Pero, dice la parábola: lo vuelve a esconder. Habitualmente Dios es el que vuelve a esconder este tesoro que nos mostró una primera vez y deja que trabajemos y perseveremos largos años para hacerlo nuestro.Va a vender todo lo que tiene. Habrá que despojarse de costumbres y diversiones que ocupaban nuestra vida sin llenarla. Y cuando caiga sobre nosotros la noche y el viento frío de las pruebas, no se deberá olvidar el tesoro que encontramos hasta que volvamos a tenerlo. De tal manera que la Palabra de DIOS, que hemos meditado hoy, nos invita, pues, a optar por renunciar a toda atadura material, para avanzar hacia el pan compartido en la Mesa del Reino de los Cielos.
Señor JESÚS, ayúdanos a ver la riqueza de Tú proyecto en la vida diaria, y danos la fuerza suficiente para renunciar a todo aquello que no nos deja ser libres para optar definitivamente por Tú proyecto de Vida. Amén.