Mateo 11, 28-30: “En aquel tiempo,Jesús dijo: Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
El santoral del día nos presenta entre otros santos la fiesta en honor a Santa Lucía. Una de las santas y vírgenes más famosa de la historia de la Iglesia. Vivió a finales del siglo III, en Siracusa, Isla de Sicilia. De niña hizo votos de castidad. Fue martirizada en el año 304. Es la patrona de los ciegos, de los niños enfermos, de las prostitutas arrepentidas y de los vidrieros.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Mateo, capítulo 11, versos del 28 al 30, una perícopa muy corta, de apenas dos versículos pero muy profunda en el mensaje teológico y práctico, ya que se relata una de las más hermosas y reconfortantes Palabras de Jesús, que conectan el sufrimiento humano con el Amor excelso de su Creador, que en toda hora quiere sacarlo de su postración.
Teológicamente podemos pasearnos por lo que significa la Palabra yugo para el pueblo de Israel, que desde la narrativa de sus libros sagrados la ha asociado con el símbolo de la esclavitud. Así encontramos que yugo es símbolo de opresión política (Gen 27,40), del dominio por parte de extranjeros (Dt 28,48; Is 9,4) y de esclavitud (Ez 34,27). Pero al mismo tiempo la imagen del yugo en la tradición bíblica sirve para manifestar la unión positiva entre Israel y Dios. El pueblo de Israel era exhortado “vivir bajo el yugo de Dios” (Jr 2,20) y el “yugo de la sabiduría (Eclo 51,26). Desde la práctica, Jesús juega con las palabras yugo y carga, pues los judíos solían llamar carga a la enseñanza divina que se transmite a los alumnos, y yugo al balanceo de las sentencias del maestro, que tenían que memorizar demostrar el progreso de su aprendizaje.
“Vengan a mí”: Dios siempre ha hecho lo necesario para que, en todo tiempo y lugar, los hombres dispongamos de mil caminos para ir hacia Él, pero sólo con Jesús tenemos la revelación del Padre en la presente vida. “Aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón”: la paciencia y la humildad de Jesús, nos revela su doble condición de ser verdadero Dios y verdadero hombre, porque nunca busca rebajarnos o intimidarnos, sino que por el contrario quiere elevarnos hacia Él. Esta humildad nos revela su Amor por los seres humano y podrá exigírnoslo todo porque no nos fuerza desde afuera, sino que su influencia alcanza a lo más profundo del corazón. “No les quitaré la carga, sino que, al imponerles mi yugo, les daré el medio de llevar su carga”: oportuno es recordar que el yugo de Jesús no es para oprimir o esclavizar, sino para sentir confort y encontrar paz en nuestras vidas, es decir para ayudarnos a buscar solución a nuestros problemas.
Al confrontar esta situación tan agobiante en la que nos encontramos la mayoría de los venezolanos de sentirnos esclavos impotentes de la inseguridad, de la inflación galopante que devora sin piedad los míseros salarios y los pocos bienes que disponemos, con el texto, descubrimos que Jesús, el maestro paciente y humilde, nos hace descubrir en toda la vida y en nuestra misma cruz la misericordia de Dios, ya que nos la muestra presente en las mismas exigencias de su Ley del Amor, que nos hace voltear la mirada hacia los que tienen menos que nosotros, para compartir lo poco que tenemos y nos ayuda a valorar bastante lo que tenemos o recibimos cada día.
También nos da la confianza suficiente para saber que no estamos solos, su invitación perenne de ir hacia Él, es una garantía para entender que la injusticia, la inflación, la indiferencia y el cinismo no tienen la última palabra, y que aun cuando pareciera que todo está perdido, no es así porque este no es el cuadro o la situación que Dios quiere para nosotros. Por eso es que hay que seguir perseverando en cambiar nuestras actitudes de conformismos, y ayudando a nuestros semejantes no solo con bienes materiales, sino llevándole el Pan de la Palabra de Dios para que juntos: Dios y hombre, encontremos la forma de liberarnos de este yugo de postración.
Señor y Dios nuestro, ayúdanos a tener un poco de Tu humildad y mansedumbre, para entender mejor el día a día de nuestras vidas y con la confianza plena puesta en Ti, rompamos paulatinamente los múltiples yugos que oprimen nuestras vidas personales y comunitaria del pueblo de Venezuela. Amen.