EVANGELIO DEL DÍA VIERNES 17 DE JUNIO DEL 2016

               

                  

  Mateo 5, 19-23: “En aquel tiempo Jesús les dijo: No junten tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. Junten tesoros y reservas en el Cielo, donde no hay polilla ni óxido para hacer estragos, y donde no hay ladrones para romper el muro y robar. Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón. Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos están malos, todo tu cuerpo estará en obscuridad. Y si la luz que hay en ti ha llegado a ser obscuridad, ¡cómo será de tenebrosa tu parte más obscura”.

 

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.

 

“No junten tesoros aquí en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los destruyen y los ladrones asaltan y roban. Al contrario, acumulen mejor tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre echan a perder las cosas y donde los ladrones no asaltan ni roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”.

Esta es la preciosa pista de verdadera economía que Jesús nos da hoy, en el Evangelio de Mateo, capítulo 6, versículos del 19 al 23: No vale la pena gastar toda nuestra vida acumulando fortunas y bienes aquí en este mundo. Los bienes de este mundo son perecederos, efímeros, al morir no llevaremos nada con nosotros.

El sentido de nuestra vida no puede estar puesto en bienes materiales ni fuera de nosotros, ni aquello que el dinero y el poder compran y que dan alegría al mundo consumista de hoy.  Los valores que dan sentido a nuestra vida deben ser eternos.

La exhortación de Jesús para que sus discípulos no acumulen riquezas materiales indica un nuevo perfil de la verdadera justicia, esto es, de una vida que sea totalmente orientada y al mismo tiempo centrada en Dios. Él es nuestro único y  mayor tesoro.

Jesús continúa diciendo: “La lámpara del cuerpo es el  ojo: si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado. Pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo está en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, que grande será la oscuridad!” (vv. 22-23).

La avidez de tener y de poseer bienes en mayor cantidad, acaba por oscurecer la luz de nuestro corazón y acaban por apagar nuestro sentido moral y nuestra conciencia. Apagan la luz del Espíritu que brilla en nosotros y orienta nuestra vida hacia las cosas de Dios.

Enseña el Catecismo: “El deseo de la felicidad verdadera libera al hombre del apego inmoderado a los bienes de este mundo; felicidad que se realizará en la visión y en la  bienaventuranza de Dios. La promesa de ver a Dios cara a acara, traspasa todas las bienaventuranzas. Aquel que ve a Dios obtiene todos los bienes que podemos imaginar” (CIC n. 2548).

Como verdaderos resucitados, debemos aspirar a las cosas de lo alto, donde está Cristo y no a las cosas terrenales (cf. Col 3,1-4). Pidamos pues que la gracia y el amor misericordioso del Padre, la luz y la fuerza del Espíritu Santo direccionen hoy y siempre nuestra vida hacia la construcción del Reino de Dios y su gloria, en el seguimiento del Evangelio de Jesucristo. AMÉN